Isabel Mijares (enóloga): «Los mejores directores de exportación que tenemos ahora mismo en el vino son mujeres»

‘Muy Segura’ colabora con WomanTalent, de la mano de Beatriz Recio, su fundadora y CEO, en esta sección, con el objetivo de visibilizar diversos perfiles de mujeres profesionales, emprendedoras y líderes de esta potente y consolidada red, nacida en noviembre de 2014.

En esta ocasión nos acompaña Isabel Mijares, importante enóloga española que estuvo al frente del Equipo TEAM que elabora anualmente la Guía Repsol de Vinos.

¿Qué hitos principales podría señalar en el transcurso de su extensa trayectoria profesional?

Terminé la carrera en Madrid, en la Facultad de Ciencias Químicas. En aquella época éramos muchas mujeres en esa Facultad, pero la salida estaba limitada a ser profesora (de instituto o de universidad), o a ir a un laboratorio de laborante; la gente lo aceptaba. Otra salida era dedicarse a la investigación, pero todas las mujeres no estaban preparadas.

Después fui a Francia y me especialicé en enología. Nunca tuve la sensación de que mi especialización no era normal. Siendo química, el vino me parecía uno de los elementos más interesantes para aplicar mis conocimientos, al ser el más completo: exige ciencia, arte, análisis sensorial… Es apasionante. Cuando vine de Burdeos, durante mucho tiempo no fui consciente de que mi posición en la sociedad no era la habitual.

Desde el momento en que yo tenía una formación muy superior a la que tenían la mayor parte de los enólogos de la época, entendí que por qué iba a chocar que una mujer hiciera ese trabajo. Y tengo que reconocer que no lo tuve en cuenta. Ahí sí que tengo que agradecerles a los varones que no he sentido dificultades; podría escribir una enciclopedia de anécdotas, de rarezas, de lo que les chocaba ver a una mujer en este sector. Pero nunca me transmitieron rechazo. También es verdad que yo tengo un carácter abierto y muy liberal, algo que no era la mentalidad habitual de la época.

«El vino me parecía uno de los elementos más interesantes para aplicar mis conocimientos, al ser el más completo: exige ciencia, arte, análisis sensorial…».

Yo me había criado en una familia muy abierta, con unos padres y abuelos progresistas y, por lo tanto, ahora me paro a pensar muchas veces lo que yo les debí parecer aterrizando en ese mundo de hombres, en un Villafranca del Bierzo. Una mujer que viene de Burdeos con los conocimientos máximos, porque era la mejor escuela, y que, desde el primer día, empieza a actuar en su profesión con todos los compañeros de la bodega, con los obreros y con todo el mundo. En mi puesto, pero con una enorme camaradería con ellos.

Lo que pensaran de mí, francamente no me importó, pero tampoco me lo han transmitido, sino que me lo han contado después. Ni los hombres ni las mujeres me hicieron sentir jamás que no les gustara. Me sentí muy cómoda, salía de la bodega, me iba con ellos a tomar unos vinos y, efectivamente, no había muchas mujeres. Pero a mí no me parecía que eso tuviera ninguna diferencia o rareza. Con lo cual, lo hice de una manera muy natural y, afortunadamente, no tuve problemas.

«Me había criado en una familia muy abierta, con unos padres y abuelos progresistas y, por lo tanto, ahora me paro a pensar muchas veces lo que yo les debí parecer aterrizando en ese mundo de hombres, en un Villafranca del Bierzo».

Visto desde el momento actual, ¿qué piensa que pudieron pensar de usted en aquel momento?

Desde que estaba liada con el dueño de la bodega, hasta que llevaba una doble vida. Yo estaba casada, mi marido estaba en Madrid; me iba los domingos a Villafranca del Bierzo, me pasaba allí la semana en el parador de turismo, luego volvía o venía él a verme y me recogía. La mentalidad de la señora de la calle de aquella época, no sé cómo podrían ver mi figura, pero nunca me demostraron nada.

¿Qué hizo después?

Dejé de estar en bodega, porque no era vida para una mujer recién casada. Mi marido era director del Banco Nacional de París y necesitaba cierta compañía. Pero jamás me puso ninguna pega; tampoco me la pusieron mis padres, que no sé lo que pensaron o si estuvieron siempre de acuerdo. Cuando tuve a mi hija, ella tampoco me puso ninguna dificultad.

A raíz del nacimiento de su hija, ¿cómo continuó desarrollando su trayectoria?

Para mí mi hija es una amiga, la adoro. Además, entre nosotras hay una enorme relación. Ella me cuenta cómo vivió que yo no fuera la clásica madre ‘presente’. Yo entonces trabajaba con Naciones Unidas y estaba desarrollando los proyectos vitivinícolas de Bolivia, de Perú, de Albania, de Moldavia. Me iba por períodos de dos o tres semanas.

Por supuesto, me marchaba porque sabía que tenía una gran ayuda, mi madre que estaba muy cercana, y la tata que me crió a mí y que seguía en casa. Si no hubiera tenido todos esos apoyos, no lo hubiera podido hacer. Pero, sobre todo, tenía a mi lado una mentalidad de padres, marido, hija, etc., que entendían mi profesión y mi trabajo.

«Para mí mi hija es una amiga, la adoro. Además, entre nosotras hay una enorme relación. Ella me cuenta cómo vivió que yo no fuera la clásica madre ‘presente’.

¿Cómo era su trabajo en Naciones Unidas?

En Naciones Unidas yo era jefe de proyecto, con hombres mucho más cualificados que yo, que habían sido, en su especialidad, muy importantes. ¿Por qué era yo la jefe? Porque la enología era muy nueva y yo venía de una escuela muy fuerte. Ahí sí que era un poco extraño que yo fuera su jefe, cuando ellos tenían más nivel que yo. Pero somos grandes amigos y seguimos siéndolo. Viven en su mayoría y nunca ha habido ningún problema de protagonismo entre nosotros, quizá porque eran hombres muy válidos y muy seguros, que no pensaban que yo les fuera a quitar su papel. Veían que yo tenía una especialidad, como era la cata de vinos, en la que era muy fuerte, análisis sensorial y nuevas tecnologías, y lo aceptaron estupendamente, admitiendo que era un aporte muy interesante.

«En Naciones Unidas yo era jefe de proyecto, con hombres mucho más cualificados que yo, que habían sido, en su especialidad, muy importantes».

¿Qué más cosas fue haciendo?

Fui la primera mujer presidenta de un Consejo Regulador de Vinos en Valdepeñas, que tampoco es París, Londres, sino que hablamos de plena Castilla-La Mancha. Me sentí muy bien, muy respetada. Obviamente, atravesé problemas, porque un Consejo Regulador es un organismo complicado.

También fui la primera mujer presidenta de una Feria de Vinos en Barcelona. Me sentí muy cómoda. Ya era Secretaria General de la Unión Internacional de Enólogos, donde tampoco había habido ninguna mujer. Pero todo eso no lo he tomado como algo extraordinario, sino como algo en función de la evolución de lo que era el mundo del vino en nuestra civilización. Íbamos a los Congresos y éramos tres mujeres, pero no me sentía incómoda.

«Fui la primera mujer presidenta de un Consejo Regulador de Vinos en Valdepeñas, y la primera mujer presidenta de una Feria de Vinos en Barcelona».

Quizá fuera, como dice, porque usted lo normalizó y propició un ambiente cómodo…

Comprendo que chocara con las costumbres de la época, yo salía con ellos a cenar e iba a todas partes, estando casada. Podía sonar como algo extraño en aquella época pero, como digo, nunca he sentido que me faltaran al respeto o que no entendieran mi mundo.

Yo actuaba con la normalidad de alguien que considera que está haciendo algo normal. Viajaba de manera continua y muchas mujeres me preguntaban: ¿te deja tu marido? Quizá me han invitado mucho más fuera a eventos por ser mujer. A lo mejor si hubiera sido un enólogo más, no hubiera tenido todas las ocasiones que me han dado.

«Quizá me han invitado mucho más fuera a eventos por ser mujer».

¿Reconoce que, quizá, en su sector ha tenido mayor proyección por el hecho de ser mujer?

Posiblemente, porque era un mundo de hombres, muy cerrado y rural. El problema, sobre todo, es que el vino es muy rural.

¿Cómo ve ese escenario en la actualidad? ¿Qué evolución considera que ha atravesado?

Es diferente. Primero, porque ahora hay muchas mujeres enólogas, técnicas, y muy buenas. Yo me llevo de maravilla y solo recibo agradecimientos por haberles abierto el camino. Me encanta, porque siento que ha merecido la pena lo que he hecho.

Ahora hay muchas mujeres expertas en Marketing, en Comunicación, en Comercio Exterior. Podría decir, sin miedo a equivocarme, que los mejores directores de exportación que tenemos ahora mismo en el vino son mujeres. Ese mundo se ha abierto. También hay que tener en cuenta que una bodega de hoy no es una bodega de cuando yo empecé, con maquinaria pesada, difícil de mover y con muchas limitaciones para una mujer. Recuerdo que en El Bierzo, cuando empecé, uníamos las mangueras de mover el vino con llanta de camión… No era lo ideal para una mujer.

Pero ahora ya no es nada de eso, hay una maquinaria súper moderna y la mujer lo que tiene que aportar es la cabeza; como la tiene igual que el hombre, o superior…

«Ahora hay muchas mujeres expertas en Marketing, en Comunicación, en Comercio Exterior. Podría decir, sin miedo a equivocarme, que los mejores directores de exportación que tenemos ahora mismo en el vino son mujeres».

Pero en su época era fuerza, habilidad, destreza y cabeza…

Claro. Ahí es donde yo me sentía que me cansaba mucho. Salía de la bodega y llegaba muchas noches al parador para meterme en la cama a leer. Mentalmente no estaba cansada, pero físicamente estaba rota, porque había tenido que hacer un esfuerzo que no era el habitual.

Creo que eso no son grandes problemas. Para mí son mayores problemas ahora la brecha salarial, que no se termina de corregir; o el ponerle trabas al empoderamiento de la mujer. Porque, en el fondo, no lo entienden.

¿Se refiere en todos los sectores o concretamente en el del vino?

En general. Yo sé que en el mío hay menos problemática, pero sí hay ese problema final que impide que el último salto de nivel no lo des. Es decir, te dejan subir hasta un punto, pero si llegas hasta la jefatura con mayúsculas, el varón se siente muy incómodo, en mi propio sector. Ellos dicen que no, lo comentan cuando nos reunimos… Pero no es así.

¿En qué retos está envuelta en la actualidad?

Hasta ahora he estado muy ocupada porque hacía la Guía Repsol de Vinos para la Academia de Gastronomía. Continuaba con mis asesoramientos en el exterior: Argentina, Chile, Méjico, Perú… Continuaba con mi asesoramiento a bodegas en España. Y ahora estoy dando un giro: me gustaría hacer cosas que me apasionen, si no, no sé hacerlas, pero estar menos ausente de mi casa. Pienso que mi marido lo necesita, está jubilado y delicado. También me gustaría disfrutar más de mi hija y de mis nietos, pero sin separarme en absoluto de mi profesión.

«Ahora estoy dando un giro: me gustaría hacer cosas que me apasionen, si no, no sé hacerlas, pero estar menos ausente de mi casa».

¿Qué significa para usted su profesión?

Todo. Ha sido mi vida. El vino ha sido todo. Yo entro en mi despacho y siento que es el baúl de los recuerdos. Toda una vida, todo lo que aquí ves me lo han ido regalando, por una parte; he peleado, nunca por algo concreto, pero siempre me he dado a fondo. Cuando me ha venido el reconocimiento, tampoco me ha chocado.

¿Qué reconocimientos podría destacar de todos los que ha recibido?

La Encomienda de Mérito del Ministerio de Agricultura; el Chevalier del Mérito Agrícola de Francia; la Orden de Bernardo O’Higgins de Chile. Y, sobre todo, el nombramiento de Hija Predilecta de mi ciudad, Mérida; eso sí que me llegó al alma, y ejerzo en la medida de lo posible. Realmente, adoro Mérida; soy muy española pero, sobre todo, soy muy emeritense y muy extremeña. Me siento muy orgullosa.

«El nombramiento de Hija Predilecta de mi ciudad, Mérida, me llegó al alma, y ejerzo en la medida de lo posible».

Estoy preparando una Cumbre Iberoamericana Vitivinícola para hacer en la ciudad de Mérida en junio. Es un proyecto que me tiene muy ocupada. Lo hago con un grupo muy interesante de personas, que hacen Enofusión, la Feria de Graneles de Ámsterdam, el grupo Pomona; son gente joven. Estamos muy entusiasmados. La época de filosofar con América Latina me ha parecido muy interesante, pero tiene que calmarse y empezar a hacer cosas útiles entre nosotros.

El mundo, cada vez más, se va a separar en el mundo árabe, en el mundo asiático, y en el mundo latino. Creo que ahí España tiene una responsabilidad, con Portugal, de protagonismo tremendo. Con ellos estoy haciendo lo de Mérida; el Concurso VinDuero VinDouro, hispano portugués, celebrado en España; y el Concurso Virtus que haremos en Lisboa, de vinos y espirituosos. Son tres proyectos importantes, sin dejar mi trabajo en la Real Academia de Gastronomía, que me encanta; mi trabajo como enóloga; de asociacionismo, con Mujeres Avenir (red de mujeres hispano-francesa). Nuestro objetivo es favorecer el empoderamiento de la mujer. También con Womantalent, las mujeres influyentes. 

«Estoy preparando una Cumbre Iberoamericana Vitivinícola para hacer en la ciudad de Mérida en junio. Es un proyecto que me tiene muy ocupada. Lo hago con un grupo muy interesante de personas».

¿Qué piensa de las Mujeres Influyentes de Womantalent?

Es un concepto bueno para sostener nuestro trabajo. Pero, más que influyentes, creo que lo que estamos siendo es bastante obreras. La gente, cuando decimos influyentes, no debe pensar que nos sentimos superiores, es al revés, lo que nos sentimos es con una enorme disponibilidad para seguir sirviendo a la comunidad. Creo que las mujeres siguen necesitando apoyo, pero no ‘llorón’, sino de reconocimiento y entre nosotras, de convicción. Durante mucho tiempo, la mujer ha sido mala enemiga de la mujer, quizá la que más la ha criticado y menos la ha entendido. Ahora, gracias a todas estas asociaciones de mujeres, estamos rompiendo ese mal ambiente.

«Durante mucho tiempo, la mujer ha sido mala enemiga de la mujer, quizá la que más la ha criticado y menos la ha entendido. Ahora, gracias a todas estas asociaciones de mujeres, estamos rompiendo ese mal ambiente».

Isabel, usted tiene una hija, ¿cuántos años tiene y a qué se dedica?

Ella tiene 41 años y es Periodista. Es muy buena en Comunicación. La pena es que vive en Santander, que para mí es muy lejos. Me gustaría tenerla más cerca. Entiendo que ella no es del mundo del vino. Ahora mismo está con un trabajo restringido porque tiene dos niños que se llevan año y medio escaso y está esperando la tercera.

¿Cómo es usted en su rol de abuela?

Soy una abuela totalmente catastrófica. No soy nada autoritaria, soy la abuela, adoro a mis nietos y estoy feliz con ellos. Cuando vienen, me hacen súper feliz y creo que estoy hecha para darles gusto; la educación, que les eduquen los padres, aunque comprendo que es una postura muy egoísta. Les voy a mimar todo lo que pueda. Tengo tan buen recuerdo de mis abuelos, tenía mucha confianza con ellos. Quisiera que mis nietos me consideraran igual.

«Soy una abuela totalmente catastrófica. No soy nada autoritaria, soy la abuela, adoro a mis nietos y estoy feliz con ellos».

¿Puede hablarnos de sus proyectos actuales?

Acabo de hacer el vino más alto del mundo, se llama Puna, a 3.000 metros, en los Valles Calchaquíes. Me ha hecho mucha ilusión que me lo hayan confiado a mí. Lo he hecho con un compañero estupendo con el que trabajo mucho. Quiero seguir yendo allí a asesorar, mientras pueda.

Y me gustaría seguir comunicando. Entré tarde en el mundo de la Comunicación porque siempre me consideré una científica. Pero la gente dice que no lo hago mal y que les encanta. Por eso sigo escribiendo, mi último libro ya tiene dos años: «El mágico camino de la cepa a la copa». Quiero seguir escribiendo cuando haga una vida más tranquila.

Siempre voy al Foro de Nueva Economía; creo que es una de las citas más interesantes que hay en este país. Si puedo y estoy en Madrid, no falto.

«Acabo de hacer el vino más alto del mundo, se llama Puna, a 3.000 metros, en los Valles Calchaquíes. Me ha hecho mucha ilusión que me lo hayan confiado a mí».

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