Lucía Baquero (Lubayuu): «A la gente le sorprende mucho que una chica joven haga ganchillo, siempre se ha asociado a la gente mayor»

‘Muy Segura’ habla con Lucía Baquero, emprendedora diseñadora de la marca de bolsos artesanos Lubayuu.

¿Cuál es su formación?
Soy Licenciada en Económicas y estudié un máster en Marketing Online.

¿Cómo comenzó su andadura profesional?
Antes de terminar la Universidad, empecé a hacer prácticas de Marketing en una empresa de telecomunicaciones. A los tres meses me contrataron en plantilla, estuve cinco años trabajando allí hasta que decidieron cerrar la empresa. En ese tiempo aprendí todo lo relacionado con el Marketing Offline, me dediqué al merchandising de accesorios para móviles en tiendas de una compañía de telefonía.

Decidí informarme más sobre Marketing Online y estudié un Máster de forma online de Marketing Online, de tal manera que pude dar soporte en el ámbito de redes sociales en mi departamento.
Al cerrar la empresa en la que trabajaba, estuve en paro seis meses: desde junio de 2016 hasta enero de 2017, que empecé a trabajar en Versia Sistemas TI, una empresa dedicada a la consultoría, proyectos y servicios integrales en el ámbito de las tecnologías de la información y comunicación. Actualmente estoy trabajando en esta empresa, analizando datos que extraemos de aplicaciones y controlando su validez, además de gestionar las tareas de un equipo de cuatro personas.

«Actualmente estoy trabajando en Versia Sistemas TI, analizando datos que extraemos de aplicaciones y controlando su validez, además de gestionar las tareas de un equipo de cuatro personas».

¿Cuándo y por qué surge su afición al ganchillo?
Cuando me quedé en paro, dediqué la mayoría de mi tiempo a preparar entrevistas y hacer cursos, pero necesitaba un hobby, algo que me entretuviera. Siempre me han gustado las manualidades, me gustaba hacer punto de cruz y punto, pero no me convencía, así que decidí lanzarme al ganchillo. No sabía ni lo que era, ni cómo asociar un grosor de un hilo con el número adecuado de un ganchillo. Gracias a tutoriales en YouTube pude aprender a hacer lo básico, los puntos más fáciles sin complicaciones, y como no me conformo con poco, lo primero que se me ocurrió hacer fue un bikini (me quedó horrible).

Recuerdo que ese verano pasé unos días en Comillas (Cantabria) con mi padre, haciendo bikinis y tops, practicando y mejorando la técnica. Fue en la playa de San Vicente de la Barquera de aquel verano cuando vi por primera vez un bolso Wayúu, me enamoré. Lo llevaba una chica y me fije descaradamente, adivinando que aquel tejido tan colorido estaba hecho a crochet. Dejé la mini fabricación de bikinis a un lado y me dediqué a ver tutoriales de bolsos Wayúu, a investigar sobre la tribu indígena y lo que significan estos bolsos para ellas.

«Me dediqué a ver tutoriales de bolsos Wayúu, a investigar sobre la tribu indígena y lo que significan estos bolsos para ellas».

¿Cómo ha ido desarrollando la técnica?

Los primeros bolsos que hice no me hacen sentir muy orgullosa, pero siempre hay que empezar y fallar para poder aprender a hacer algo. Lo que fue un hobby, ya que los tres primeros bolsos que hice fueron para uso personal, se fue convirtiendo en una posible forma de complementar los meses de paro.

Todo empezó el 10 de septiembre de 2016, yo estaba en la playa haciendo ganchillo para variar, cuando llamó mi hermano Ignacio a decirme que papá hablaba raro y que estaba mareado. Yo le había notado esa mañana que fuimos a desayunar que andaba de forma extraña, pero no quise darle importancia ya que llevaba unos días raro. Mi hermano decidió ir a casa de mi padre, que vivía solo, para asegurarse que todo estaba bien, pero no fue así. Llamamos a la ambulancia, y ya en el hospital nos dijeron lo que temíamos: nuestro padre había sufrido varios ictus de carácter fuerte y tenía que quedarse ingresado.

«En el hospital nos dijeron lo que temíamos: nuestro padre había sufrido varios ictus de carácter fuerte y tenía que quedarse ingresado».

A partir de ese momento lo único que tenía en la cabeza era mi padre, estar en el hospital con él era lo que me importaba, su recuperación y bienestar, ya que allí le esperaban tres largos meses de rehabilitación. Después de aquel 10 de septiembre hice un parón en el ganchillo durante una semana, ya que mi mente no me lo permitía, pero cuando vi que tenía que ser fuerte y continuar con lo que me había llenado durante ese verano, decidí recuperar el ganchillo y volver a tejer.

En los hospitales me pasaba el día, y el día me lo pasaba haciendo bolsos, era inevitable que todo el mundo que pasaba por ahí me preguntara qué hacía, ya que a la gente le sorprende mucho que una chica joven haga ganchillo, siempre se ha asociado a la gente mayor. Y allí fue donde mejoré muchísimo la técnica, ya que hacía y deshacía, probaba distintos materiales, hojeaba videos tutoriales…, tenía todo el tiempo del mundo para mi padre y para mis bolsos.

«A la gente le sorprende mucho que una chica joven haga ganchillo, siempre se ha asociado a la gente mayor».

¿Qué valores desprende para usted la práctica del croché, al que califica como ‘terapia’ y ‘filosofía de vida’?

Estos bolsos los llamo terapéuticos porque me ayudaron a sobrellevar la enfermedad de mi padre, las horas se hacían más cortas y a mí, que soy una persona introvertida, me ayudaban a hablar con la gente que me preguntaba sobre la labor. El primer bolso que vendí fue a una de las médicas del hospital. Supongo que después de ver el trabajo que conlleva hacer un bolso, y que cada vez me quedaban mejor, la chica decidió comprármelo. No sabía ni qué precio ponerle, ya que nunca me había planteado venderlos, y el tiempo que tardaba en hacer uno es incalculable.

«El primer bolso que vendí fue a una de las médicas del hospital. Supongo que después de ver el trabajo que conlleva hacer un bolso, y que cada vez me quedaban mejor, la chica decidió comprármelo».

Después de vender aquel bolso, todo vino rodado: las amigas de mi padre, mi familia y mis propias amigas, que venían a ver a mi padre al hospital, también querían que les hiciera uno, siempre personalizado para cada uno, ellos elegían la greca y la gama de colores y yo hacía el bolso. Gracias a ellos mi ilusión volvió y me ayudaron a que viera las cosas de otra manera, los bolsos eran una vía de escape a toda aquella pesadilla.

Han pasado casi tres años, aquel enero conseguí mi trabajo actual, así que mi rendimiento en la producción disminuyó un poco, tardaba más en entregar los bolsos (3 semanas cada uno), no tenía muchos pedidos, pero aun así me ocupaban bastante tiempo. En mayo de 2017 mi padre volvió a sufrir otro ictus, y estuvo otros tres meses hospitalizado, por lo que mis días volvieron a ser: trabajo, hospital más crochet y trabajo.

«En mayo de 2017 mi padre volvió a sufrir otro ictus, y estuvo otros tres meses hospitalizado, por lo que mis días volvieron a ser: trabajo, hospital más crochet y trabajo».

Como se puede ver, una vez aprendí a hacer los bolsos, nunca he dejado de hacerlos, todos los días cojo un ganchillo y doy alguna puntada.

¿Cómo consiguió dar el salto desde una afición hasta crear su propio negocio?

Los pedidos siempre fueron a gente conocida, pero gracias a Instagram y redes sociales conseguí llegar a más gente, y un año después de mi primera venta empecé a vender bolsos a gente que no era de mi círculo de amistades.

Una amiga que fabrica pendientes (también 100% artesanales, Legorburu Atelier), me dijo que escribiera un correo a la representante de Eugenia Silva, para vender mis bolsos en su página web (Eustyle en aquella época, ahora Cabinett). Pensaba que los iba a rechazar, pero no tardó ni dos días en contestar que los querían, que se los había enseñado a Eugenia y le habían encantado. Ahí llegó el momento de ponerse a producir… coincidió que estaba embarazada de seis meses de mi hija Claudia, por lo que la baja por maternidad era inminente, y cualquier momento del día era bueno para tejer. Me pidieron ocho bolsos, más uno para Eugenia, una alegría total para mí, me sentí muy orgullosa con lo que estaba logrando, no me lo podía creer. Gracias a este impulso, conseguí entrar en distintos círculos de gente, y otra sorpresa fue que en menos de tres semanas ya habían vendido dos bolsos.

«Me pidieron ocho bolsos, más uno para Eugenia Silva, una alegría total para mí, me sentí muy orgullosa con lo que estaba logrando, no me lo podía creer».

Las publicaciones en redes con estos logros ayudaron a aumentar seguidores y alguna venta. Los sorteos de productos también consiguieron avalanchas de seguidores, pero la cosa siempre ha estado muy igualada. Los seguidores en Instagram subían de diez en diez a la semana, y los pedidos caían con cuenta gotas (doy importancia a los seguidores porque los enfoco como posibles compradores).

Al tener pocos pedidos, he podido dedicar tiempo a la producción de nuevos diseños, nuevas ideas: grecas y combinaciones de colores. De tal forma que siempre he tenido unos 10/15 bolsos sin vender, pudiendo llevarlos a mercadillos y ferias para exposición y ventas. La alegría que me produce estar en un market con mis bolsos y mostrarlos a la gente es indescriptible, enseñar lo que hago con tanta ilusión. A raíz de estos mercadillos he conseguido más visibilidad y reconocimiento de la marca.

«La alegría que me produce estar en un market con mis bolsos y mostrarlos a la gente es indescriptible, enseñar lo que hago con tanta ilusión».

¿Cuál es su catálogo de productos actual?

Todos los bolsos que fabrico están en mi perfil de Instagram, según hago uno nuevo lo subo a las redes para que la gente pueda seguir las novedades.

Los bolsos Lubayuu originales son los que son tipo bombonera hechos enteros a crochet, a veces con asa de polipiel, asa de cadena o asa de ganchillo, según las preferencias del cliente, y siempre con forro interior. He estandarizado el tamaño de estos bolsos: 20 cm de diámetro por 25 cm de altura, y su precio es desde 75€ hasta 85€ según la dificultad de la greca.

«Los bolsos Lubayuu originales son los que son tipo bombonera hechos enteros a crochet, a veces con asa de polipiel, asa de cadena o asa de ganchillo, según las preferencias del cliente, y siempre con forro interior».

En primavera, se me ocurrió customizar los bolsos de rafia redondos que tanto gustan. Compré a un proveedor el bolso y añadí un asa de ganchillo totalmente estilo Lubayuu y unos pompones de adorno a juego. Estos bolsos se me ocurrieron para poder llegar a más público, ya que su precio es de 35€. Mucha gente quiere un Lubayuu pero si la economía no lo permite, esta es la versión low cost de la marca.

Para la fiesta que hicimos en verano, se me ocurrió hacer una serie de tops y bikinis, tuvieron muy buena aceptación, se hacen a medida del cliente con el modelo y color que elijan, y su precio es de 37€.

De cara al invierno me gustaría sacar una gama de cinturones hechos con las grecas de las asas de los bolsos: unir las correar a una tira de cuero y crear un cinturón. Creo que podrían ser preciosos y tener buena aceptación.

Para el verano que viene me gustaría incluir riñoneras para los chicos, ya que muchos me han preguntado por Lubayuu masculino, de tal forma que pudiera entrar en ese mercado tan difícil cuando hablamos de accesorios.

«Para el verano que viene me gustaría incluir riñoneras para los chicos, ya que muchos me han preguntado por Lubayuu masculino, de tal forma que pudiera entrar en ese mercado tan difícil cuando hablamos de accesorios».

¿Qué nivel de acogida está teniendo en el mercado? ¿Cuáles son las principales vías de comercialización?

Hacerse un hueco en el mundo de la moda es casi imposible hoy en día, los diseñadores actuales van tres pasos por delante y está todo inventado. Al principio fue muy costoso llegar a la gente, siempre he tenido que explicar el por qué del precio, he oído muchas veces: “¿un bolso de ganchillo 80€? ¡Qué caro!”, tener que decirles que es un bolso hecho 100% a mano y exclusivo para cada persona, ya que nunca repito un bolso igual.

Los pedidos siempre han sido a cuenta gotas, dos o tres al mes como mucho, por lo que no me había planteado vivir de los bolsos. Las cosas cambiaron a raíz de una fiesta para clientes que organizamos la marca de pendientes Legorburu y Lubayuu a finales de junio, un éxito total para las dos y la repercusión fue inmediata. Sin embargo, el punto de inflexión ha sido la entrevista que hice cuatro días más tarde en El Correo, donde explicaron perfectamente lo que significaban los bolsos para mí, justificando el precio y el valor.

Dupliqué los seguidores, muchísima gente se interesó por mi trabajo, entraron más de 30 pedidos más los que estaban por venir. Fue en este momento cuando me plantee que realmente merecía la pena lanzarme y dedicarme a ello, buscar ayuda para producir los bolsos y poder servir a todo el que quisiera un bolso de manera más fluida.

«El punto de inflexión ha sido la entrevista que hice cuatro días más tarde en El Correo, donde explicaron perfectamente lo que significaban los bolsos para mí, justificando el precio y el valor».

Otro paso que quiero dar es crear mi página web para poder venderlos desde allí de manera ordenada. Aun así, los bolsos se pueden comprar en:

  • Tienda online de Cabinett: cabinett.com
  • Tienda física de Cabinett en Las Rozas Village
  • Tienda física Harlem Studio en Getxo (Vizacaya): @harlemstudio
  • Tienda Online lubayuu en Etsy: etsy.com/es/shop/lubayuu
  • Gestiono pedidos por Instagram: @lubayuu

¿Puede lanzar un mensaje a nuestra audiencia, gran parte de ella mujer profesional?

Cuando hay baches en el camino, siempre hay una vía de escape que ayuda a salir adelante.

Jamás me imaginé que aquellos bolsos que me ayudaron a salir de aquel bache de mi vida se convertirían hoy en un sueño a perseguir: poder vivir haciendo lo que realmente me gusta, inspirar a otras personas y por supuesto que gente del otro lado del país se interese por mis creaciones.

Ser una mujer emprendedora como referente para otras mujeres ya es un sueño que se está haciendo realidad, pero las victorias se consiguen con trabajo y esfuerzo.

Me gustaría hacer referencia a una mujer emprendedora de verdad: mi madre. No la menciono en toda esta andadura porque ya no está con nosotros, falleció cuando yo tenía 22 años. Fue una mujer que con todos los impedimentos de su época consiguió mantener y vivir de su negocio. Sé que estaría muy orgullosa de todo lo que estoy logrando, y si hay veces que creo que no vale la pena, pienso en ella y tiro hacia delante.

«Ser una mujer emprendedora como referente para otras mujeres ya es un sueño que se está haciendo realidad, pero las victorias se consiguen con trabajo y esfuerzo».

Deja una respuesta