Reflexiones para ‘humanizar’ un proceso de divorcio

Por Cristina Llop, socia de las áreas Dispute Resolution y Litigation de ECIJA. Experta en familia.

La gente que acude al despacho con la idea de separarse o divorciarse de su pareja, rara vez conoce cuáles son sus derechos ni cuáles sus obligaciones, y ello a pesar de que todos tenemos entre nuestros amigos grandes “expertos” que han superado una crisis familiar que creen semejante a la del prójimo, y aconsejan sin reparo hacer lo mismo que ellos porque “machacaron” al contrario.

Permitidme un par de consejos. Acudir a un divorcio pensando en castigar a quien ha sido tu esposo/a y a quien tanto te ha unido, no es el planteamiento correcto si además entran menores en la ecuación.

Los procedimientos de divorcio contencioso suponen un desgaste económico y, sobre todo, emocional hercúleo que puede ser menos traumático si se afronta el problema desde el sentido común y la empatía. Tened en cuenta que pocas veces alguien tiene la verdad absoluta sobre algo, pues en estas lides la subjetividad es la que lidera nuestras percepciones.

«Acudir a un divorcio pensando en castigar a quien ha sido tu esposo/a y a quien tanto te ha unido, no es el planteamiento correcto si además entran menores en la ecuación».

Desde el mismo momento que estamos rompiendo una relación que deseábamos fuera para siempre, nadie puede ganar en el sentido más amplio de la palabra. Se trata de perder lo menos posible y mantener las buenas relaciones con el otro porque el camino -más aún si hay hijos menores- es muy largo y ambos deberéis poneros de acuerdo en decisiones que afectarán directamente a su educación y desarrollo, con independencia de quién tenga la guarda y custodia. Creédme, en una situación hostil, elegir i.e. el colegio se puede convertir en un campo de batalla.

Mi segundo consejo. Tu caso jamás podrá ser idéntico al de otra persona. Hay tantos supuestos como familias, y la solución que para unos es idónea, lo más seguro es que no lo sea para ti. Cualquier acuerdo debe ser fruto de las circunstancias de cada uno de los miembros de la pareja que resulta de su situación personal, familiar y profesional, del momento concreto en el que se desarrollan los hechos.

No es lo mismo tener uno, dos que tres hijos, igual que no es lo mismo que tengan cuatro años a que tengan doce; que un progenitor haya rehecho su vida a que no conviva con una tercera persona; que sea autónomo o que tenga un trabajo como asalariado en el que cobre el SMI o un fijo con comisiones que le permitan alcanzar los 4.000€/mes; que uno de los progenitores cuente con el apoyo de su familia en el cuidado de los menores; o que uno de los progenitores haya tenido que renunciar a sus aspiraciones profesionales porque, de repente, la familia creció demasiado y el coste de la asistencia externa no compensaba.

«Tu caso jamás podrá ser idéntico al de otra persona. Hay tantos supuestos como familias, y la solución que para unos es idónea, lo más seguro es que no lo sea para ti».

Os prometo que podría llenar folios y folios con circunstancias que diferencian una familia de otra. Y que, sin duda, afectan a la hora de pactar cada una de las medidas que regularán el divorcio.

Por eso, porque sois diferentes y solo vosotros sabéis cuáles son vuestras fortalezas y debilidades como familia, quién mejor que vosotros para sentar las bases de vuestro futuro separados. Una tercera persona -en este caso, un juez- difícilmente va a poder bajar al detalle de la complejidad de vuestra relación.

Sé que es complicado porque no se trata de organizar esa misma familia. Y aquí está mi tercer consejo: se trata de organizar una “familia con dos cabezas”. Me gusta más esta expresión que hablar de dos familias independientes porque, desde el mismo momento que se comparte la crianza de unos hijos, no podemos sin más romper el vinculo familiar que unía a todas las partes.

La mayoría de las personas o parejas que acuden al despacho pretenden que todo siga igual para ellos, en su individualidad, sin tener en cuenta que los recursos -sobre todo los económicos- son los que son y sin embargo, los gastos se van a duplicar.

Efectivamente, los ingresos que antes servían para vivir con un determinado nivel a toda la unidad familiar, ahora se van a tener que -digamos- reorganizar para sustentar una suerte de dos unidades económicas, de las que, casi siempre una de ellas, precisará de un mayor apoyo. Ese apoyo, no os equivoquéis, no va dirigido a garantizar que tu expareja “viva a tu costa” (¡cuántas veces habré escuchado esa expresión!) sino de que a tus hijos no les falte de nada, o al menos, de que intentéis que así sea de forma que noten lo mínimo posible la separación de sus padres.

«Se trata de organizar una “familia con dos cabezas”.

Imagino que empezasteis a leer este artículo pensando que iba a entrar en cuestiones más técnicas o jurídicas, si bien, de nada sirven si no intento, en primera instancia y en la medida de mis posibilidades, humanizar el conflicto y aportar un poco de sensatez y sentido común a circunstancias que solo parecen abocar a lo contrario en un escenario donde lo que debería primar es, siempre, el interés de los menores.

Así, acabo con el último de los consejos por hoy que, por importancia, debería ir el primero. Vuestro matrimonio, aunque fallido, ya ha merecido la pena por el enorme regalo que ha supuesto paro vosotros vuestros hijos. Solo por eso merece la pena sentarse a hablar. ¿No creéis?

«Vuestro matrimonio, aunque fallido, ya ha merecido la pena por el enorme regalo que ha supuesto paro vosotros vuestros hijos».

2 Respuestas a “Reflexiones para ‘humanizar’ un proceso de divorcio”

  1. Cristina , comparto lo que dices y te felicito por tu presentacion
    Lo resumes muy bien cuando dices que hay que emplear el sentido común y empatía , además de entender que un divorcio no es un campo de batalla

  2. Muy interesante Cristina. Sobre todo, recordarnos a los abogados que tratamos estos asuntos que antes que nada y sobre todo nuestros clientes son seres humanos. Debemos humanizar los conflictos legales.

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