Por Elena Mayor Lozano, HR Development Manager
Citándome a mi misma años atrás diré que “la envidia es la peor de las pasiones”. Y lo es porque la envidia alimenta comportamientos disfuncionales en el envidioso que, además de crear un mundo tóxico alrededor del propio envidioso, producen daños a la persona que es envidiada y no hay que subestimar lo que un envidioso es capaz de hacer o decir.
La envidia es un sentimiento que impulsa a perjudicar a la persona a la que se envidia con una fuerza desmedida porque es totalmente irreprimible, la envidia no se puede evitar.
Y las formas en las que el envidioso perjudica son muy variadas y de muy diversa intensidad. Un envidioso puede perjudicar seriamente al envidiado lanzando bulos, traicionando, saboteando e incluso agrediendo física o moralmente. El envidioso siente un impulso que le lanza a destruir a la persona que envidia, un impulso difícilmente reprimible resultado de una frustración que le corroe por dentro.
Conozco el caso de una niña de tres años que se acercó a la cuna de sus hermanos gemelos de dos meses con un cuchillo en la mano, porque el sentimiento de envidia hacia esos bebés, que ocupaban todo el tiempo y la atención de sus padres, era tan fuerte que había decidido, en su corto entendimiento, que lo más adecuado era poner fin a aquel sufrimiento.
«Las formas en las que el envidioso perjudica son muy variadas y de muy diversa intensidad».
¿Por qué es una pasión tan negativa y tan fuerte?
Yo creo firmemente que quien siente envidia cree atacada su autoestima.
Su autoestima se lastima porque considera que la persona objeto de la envidia le ha robado valor ante los demás porque tiene algo que anula el valor del envidioso: es brillante intelectualmente, tiene un físico imponente, posee presencia y elocuencia, ha conseguido logros increíbles, o se ha ganado el favor de alguien importante para el envidioso, una madre, un novio o un jefe.
No hay que olvidar que la autoestima es el bien más preciado que tenemos y es entendible que si sentimos que alguien nos la arrebata, se produzca en nosotros un hondo sentimiento de sufrimiento y deseo de venganza hacia el ladrón.
La envidia provoca en las personas deseos irrefrenables de venganza hacia quien se envidia con el único objetivo desde el prisma del envidioso de “poner las cosas en su sitio” y recobrar la autoestima perdida.
«No hay que olvidar que la autoestima es el bien más preciado que tenemos».
Los primos hermanos de la envidia
Existen muchos otros sentimientos y pasiones con la misma raíz: la competitividad, los celos, la crítica, el sarcasmo. Estos son los que yo llamo los primos hermanos de la envidia porque no son más que distintas formas que ésta adopta en función del tamaño del daño que el envidioso siente y del ámbito en el que la envidia se produce.
La competitividad en el trabajo enmascara en muchas ocasiones la envidia que muchos profesionales sienten hacia otro miembro del equipo que es favorecido por el jefe, que consigue más logros o que posee un brillo especial que anula el de ellos. El envidioso, en lugar de reconocer y celebrar, busca poner palos en las ruedas para evitar el éxito de estos compañeros.
En el ámbito familiar, los celos de unos hermanos hacia otros están en la misma línea. Se dice que un niño que ve la atención de sus padres desplazada por la aparición repentina de un hermano no entiende el razonamiento de su madre “yo le quiero a él tanto como a ti” y lo que el niño siente ante esta declaración es lo mismo que sentiría un adulto engañado por su esposa cuando ella le dice “yo te sigo queriendo a ti como antes, pero también le quiero a él”, difícilmente aceptable.
La crítica y el sarcasmo, intentando invalidar los logros de otra persona en cualquier campo, es otra muestra de este retorcido sentimiento. El ego se ve debilitado ante los triunfos de otras personas y estos triunfos se convierten en dardos venenosos que atraviesan la frágil autoestima del envidioso y le producen daño en su autoconcepto. Reaccionar intentando ridiculizar o minimizar esos logros son intentos desesperados del ego por rebajar esa frustración.
«La competitividad en el trabajo enmascara en muchas ocasiones la envidia que muchos profesionales sienten hacia otro miembro del equipo».
La envidia es una declaración de inferioridad
Esta frase atribuida a Napoleón Bonaparte es la clave que yo transmitiría a cualquier envidioso.
El envidioso que ve mermada su autoconfianza, debe ser consciente de que cuando busca venganza hacia el envidiado no hace otra cosa mas que manifestar externamente su sentimiento de inferioridad y que quien observa ese malestar del envidioso ante el brillo de otras personas está percibiendo la ansiedad tóxica que siente y que coloca en un escalón aún más alto al envidiado, puesto que su valía queda reforzada con el sufrimiento de quien cree no tenerla.
Busca el gemelo positivo cuando sientas envidia
Para elevar tu salud mental en aquellos momentos en los que sientas celos o envidia, lo mejor es que recurras al gemelo positivo de la envidia: la admiración.
Y te digo por qué:
-Porque admirar al que consigue logros, al guapo, al inteligente o al triunfador, te libera de la comparación destructiva, esa comparación de la que saldrás mal parado porque te situará en un plano inferior y dañará tu autoestima. Simplemente reconoce que es brillante, guapo o simpático, por qué no hacerlo.
-Porque la persona triunfadora sentirá tu colaboración, no tu competencia, y esa conexión saludable le impulsará a ayudarte a ti también a triunfar.
-Porque sobre todo y más importante, no compararte con el que consigue los logros te ayudará a encontrar tu espacio. Todos tenemos virtudes y pueden estar alojadas en lugares aún sin desarrollar. Si no te centras en envidiar las virtudes de otros, es más fácil que encuentres tu propio talento que te hará triunfar en campos distintos. “Hay tarta para todos” que diría un expolítico español.
En definitiva, admirar a alguien que consigue logros y reconocimiento establece las bases de la cooperación y la colaboración y destierra el fantasma de la envidia, simplemente porque son sentimientos incompatibles.
Si quieres contarme alguna situación personal, escríbeme a emayorlozano@gmail.com