Cómo superar las decepciones

Por Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. También dirige el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social.

Con frecuencia sufrimos decepciones en nuestra vida, la mayoría de las veces a nivel individual, pero también se dan fenómenos de decepciones colectivas, en los que mucha gente se “viene abajo” cuando no se cumplen las esperanzas que tenían en determinadas personas.

«Todos, en algún momento, sufrimos decepciones muy dolorosas: Padres que se sienten decepcionados por la conducta o los resultados académicos de sus hijos, parejas que se hunden ante la falta de entrega o la ausencia de amor de la otra persona, amigos que se sienten traicionados, trabajadores que cargan con el trabajo que otros no realizan…; pero, sin duda, lo más doloroso es cuando nos decepcionamos a nosotros mismos/as».

Qué experimentamos cuando sentimos decepción

Un estado de hundimiento, de decaimiento profundo, de falta de ilusión y esperanza.

En esos momentos sentimos abatimiento, nos encontramos sin fuerzas y con un ánimo muy negativo.

En casos extremos hay personas que sienten que nada merece la pena, que todo el mundo les ha decepcionado, que han abusado de su buena voluntad y que no merece la pena confiar en nadie.

Afortunadamente, veremos cómo la mayoría de las decepciones nos las podríamos haber evitado.

¿Hay algún antídoto contra la decepción?

 El mejor antídoto es RECUPERAR LA ILUSIÓN y la esperanza.

«Siempre he mantenido que es difícil vivir sin dinero y más aún sin salud, pero es imposible vivir sin ilusiones».

Las ilusiones nos hacen reaccionar en los momentos difíciles, nos permiten recuperar la esperanza, nos ayudan cuando estamos cansados/as, apáticos/as, desilusionados/as…, y nos proporcionan la fuerza necesaria cuando necesitamos volver a creer en algo.

La ilusión siempre será nuestro principal baluarte, nuestro recurso más valioso y nuestra actitud más fructífera.

La actitud con la que vivamos nuestra vida determinará el éxito o el fracaso de nuestras acciones.

«No se trata de engañarnos y negar la realidad. La clave es enfrentarnos a ella con el convencimiento de que podemos superar las dificultades».

En los momentos en los que hemos sufrido una decepción, entre nuestros mejores recursos estarán relativizar las cosas y utilizar el humor.

Si una persona está muy hundida, el humor le ayudará a superar las dificultades y encontrar mejores opciones, porque activa nuestra área creativa, nos proporciona el equilibro necesario para superar los obstáculos y nos da la seguridad que necesitamos para perseverar y vencer las resistencias.

Cómo conseguimos superar las decepciones

Activando nuestra capacidad para reaccionar y enfrentarnos a la adversidad; lo que siempre hemos llamado resiliencia; que se refiere a la capacidad que podemos desarrollar para enfrentarnos a la adversidad.

«En algún momento de nuestras vidas tenemos que hacer frente a las adversidades. De cómo lo hagamos dependerá que las superemos o que nos hundamos en el intento».

Tenemos que saber que la inseguridad está en el origen y en la base de la mayoría de los sufrimientos y decepciones.

Las decepciones en el fondo llegan porque teníamos unas expectativas quizás poco realistas o porque pensamos que la gente tiene que actuar como nosotros/as queremos y eso es un error de base, que hace que suframos decepciones innecesarias y hagamos juicios de valor muy subjetivos.

Si no uniéramos tanto nuestro bienestar a las reacciones de los demás, apenas sufriríamos decepciones, porque asumiríamos que cada persona tiene derecho a pensar y actuar de forma contraria a la nuestra. Y eso no tendría que ser una decepción.

«Las personas con mucho equilibrio emocional sufren pocas decepciones, porque unen su bienestar a lo que está en su campo de acción: sus pensamientos, su actitud ante la vida y sus comportamientos. No caen en el error de dejar que sus emociones dependan de conductas ajenas».

¿Podemos medir nuestro estado emocional?

Sí podemos medir nuestro estado emocional, y de vez en cuanto conviene que hagamos un pequeño test sobre cómo nos encontramos, si estamos animados/as o desmotivados/as, alegres o tristes… Es una forma de tomarnos el “pulso”, de medir cómo está nuestro termómetro emocional.

Si queremos saber en qué momento nos encontramos de nuestra vida, si estamos fuertes o débiles, llenos/as o vacíos/as, animaría a nuestros/as lectores/as a que intentase reflexionar y contestar “con calma” las siguientes preguntas:

  • Si pudiera elegir en estos momentos, ¿qué cosas desearía que cambiasen en mi vida?
  • ¿Cuál es la persona más importante de mi vida? ojo, una única persona.
  • ¿Para quién soy insustituible?
  • ¿Qué espero de los demás? ¿qué les pediría?
  • ¿Qué es lo que más me gusta de mi mismo/a?
  • ¿De qué me siento más orgulloso/a?
  • ¿Cuál ha sido el principal regalo que me ha hecho la vida?
  • ¿Qué es lo que nunca me gustaría perder?
  • ¿Cómo soy realmente?
  • ¿Cómo no me gustaría ser?
  • ¿Qué es lo que más me preocupa en estos momentos? ¿cómo voy a superar mis dificultades actuales? ¿cuáles son mis principales resistencias para actuar de otra forma?
  • ¿Cuál es mi mayor ilusión?

Cuanto más reflexionamos más aprendemos y más posibilidades tenemos de “gobernar” nuestras vidas.

En definitiva, sentirnos motivados/as dependerá, en gran medida, de cómo actuemos con nosotros/as mismos/as y con las personas que nos rodean.

El mejor elemento de motivación interna será el auto-reconocimiento, la valoración de nuestras acciones y la aceptación de nuestra forma de ser, de sentir y de actuar.

Reflexión final (*)

«Pocas cosas resultan tan desoladoras como la traición de una persona en la que confiabas. Ante la deslealtad de otros, no te falles a ti, y no dejes de luchar por tus valores y tus principios. ¡Qué mejor compañía que tu coherencia y tu compromiso!»

(*)   Reflexión del libro de María Jesús Álava: Saca partido a tu vida. Editorial La Esfera de los Libros.