Cuando la vida se tuerce

Cuando la vida se tuerce

Por Elena Mayor Lozano, CEO en EmotionHR y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Felicidad de Personas y Organizaciones, Conciencia y Compasión.

Muchos han imaginado su vida con todo lujo de detalles, dibujando en la cabeza un guion que abarca la parte profesional y la personal: trabajo, hijos, pareja, estatus.

Algunos hombres y mujeres dibujan idealmente su futuro en forma del sueño que desearían conseguir, o en forma de objetivos perfectamente marcados, mientras que otros no planifican demasiado, no saben lo que ocurrirá y tampoco se detienen a pensar en ello demasiado, viven el día a día sin más. Sensatos los primeros e irresponsables los segundos en la cultura de nuestros padres. Controladores los primeros y viviendo en el presente los segundos en la cultura actual, es una cuestión de perspectiva.

Pero sea como fuere, unos y otros pueden tener la sensación, cuando se detienen a echar la vista atrás, de que la vida no ha resultado como esperaban. Y aunque resulta frustrante en todos los casos, quizá lo es doblemente para las personas que planifican su futuro al detalle, con el pensamiento de que los sueños se han detenido o, peor aún, que la vida se ha “torcido”. Me gustaría detenerme en esta idea de la vida torcida.

«Muchos han imaginado su vida con todo lujo de detalles, dibujando en la cabeza un guion que abarca la parte profesional y la personal: trabajo, hijos, pareja, estatus».

Pensar que la vida se tuerce implica percibirla en línea recta, considerando que sólo hay un camino, el planificado. Y quizá eso es un juicio estrecho, una creencia que nos puede hacer sentir fracasados cuando devienen divorcios, despidos, hijos que no estudian, negocios que se frustran o carreras interrumpidas abruptamente. Existen muchos motivos para sentir que la vida se ha truncado. Y quizá tan sólo sean expectativas no cumplidas.

La vida es constante cambio. Planificar puede ayudar a dirigir nuestros pasos, pero crear una fuerte expectativa sobre lo planificado es otra cosa, es la verdadera causa de la sensación de fracaso, y ahí está la diferencia.

Desde mi punto de vista y la de algunos importantes pensadores de la psicología positiva, la disciplina que estudia el funcionamiento óptimo de las personas sanas, tener objetivos en la vida es muy importante para sentirse bien porque la dota de un rumbo, de un norte hacia el que dirigirse, hace que la vida “tenga sentido” y eso es importante para fortalecer la autoestima y para caminar con seguridad por nuestra existencia. Una vida con sentido es una vida que se dirige a algún lugar, con una meta. El sentido de la vida puede centrarse para unos en la familia, o en el éxito profesional, o para otros, en la entrega a los demás. De una forma u otra dibujamos un futuro al que encaminarnos y eso está bien, planificar es necesario para que nuestra vida adquiera su rumbo. El error suele producirse cuando exigimos a la vida que transcurra exactamente como habíamos imaginado.

«La vida es constante cambio. Planificar puede ayudar a dirigir nuestros pasos, pero crear una fuerte expectativa sobre lo planificado es otra cosa, es la verdadera causa de la sensación de fracaso, y ahí está la diferencia».

Por ejemplo, qué padre no desea que su hijo sea feliz. Y para ello establece las bases de esa felicidad desde su infancia. Podemos decidir que vaya a un buen colegio, podemos ayudarle a que tenga buenos resultados académicos, podemos fomentar el desarrollo de las habilidades que le permitan ser más empleable en el futuro. Pero si después nuestro hijo no tiene buenos resultados académicos, decide dejar los estudios y montar un grupo de rock, consideraremos fracasado nuestro plan.

Eso ocurre porque hemos establecido un único camino para conseguir que nuestro hijo sea feliz: el éxito profesional dentro de un parámetro tradicional en el que se empleará en una empresa y progresará dentro de ella. Probablemente no se ha frustrado la meta de consecución de nuestro objetivo, es decir que sea feliz, lo que se ha frustrado es el camino que diseñamos para que lo consiguiera. Se ha frustrado nuestra personal expectativa.

El problema, créeme, son las expectativas. Las expectativas suelen dibujar un camino rígido, una planificación excesiva, cuando la realidad es que hay una meta y diferentes caminos para conseguirla. Cuando la vida se mueve en otra dirección a la esperada, no debemos percibir que se ha torcido, simplemente la vida fluye y llegaremos al objetivo siguiendo otra dirección. No oponerse al flujo de la vida consiste en no aferrarnos a nuestras rígidas expectativas sobre cómo deben transcurrir las cosas y permitir que el cambio se produzca, que las cosas evolucionen de otra manera, sin perder el objetivo final, que en nuestro ejemplo es la felicidad de nuestro hijo.

 

«El problema, créeme, son las expectativas. Las expectativas suelen dibujar un camino rígido, una planificación excesiva, cuando la realidad es que hay una meta y diferentes caminos para conseguirla».

Yo creo que la vía intermedia es la saludable: establecer objetivos sin fuertes expectativas. Nos encaminaremos hacia allí, aunque incluso nunca lleguemos. Y esta idea es muy importante: debemos ser cariñosos con nosotros mismos. Si no conseguimos llegar a la meta que nos marcamos, hay que aceptarlo y valorar lo que sí hemos conseguido. Si hemos llegado, pero por otra vía, es necesario agradecer y aceptar de nuevo. Eso es fluir con la vida, no ir en contra de ella, no oponernos.

Así, si imaginé que de mayor tendría una familia y viviría en una casa unifamiliar cerca de la playa y mis hijos serían guapos, sanos y muy inteligentes, en una alegoría de la absoluta felicidad, tendré que entender que he conseguido mi meta si mis hijos son tal y como los había soñado, pero vivimos todos en un modesto piso en el centro. O vivimos en una estupenda casa en la playa, pero yo no tengo ya a mi marido, porque me divorcié. O cualquier otra combinación dentro de las múltiples posibles. Porque la meta era la absoluta felicidad y si me siento así, no importa el camino que he seguido para conseguirlo.

«Yo creo que la vía intermedia es la saludable: establecer objetivos sin fuertes expectativas».

Tener una fuerte expectativa -un guion de vida- ligada a una sola forma de vivir nos aprisiona en un mundo estrecho que nos frustra cuando deja de ir en línea recta hacia lo que concibió nuestra imaginación. Nos sentimos mal, a veces sin motivo y casi siempre sin sentido.  Por lo tanto, abandona las expectativas y mira en conjunto, la vida es compleja y formar una familia uniparental es también tener una familia, un hijo con talento por las matemáticas es igual de interesante que un hijo con talento para el rock. “Que los árboles no te impidan ver el bosque”, ¿recuerdas esta famosa frase?.

¿Y qué pasa con las personas que no planifican en absoluto?

Normalmente las personas que no planifican no tienen demasiadas exigencias personales ni vitales. Las cosas pueden frustrarse un día, pero no es la vida la que lo hace. Al no existir metas que cumplir, es muy difícil sentir frustración en ese sentido. El problema es otro.

Estas personas suelen sentir una especie de malestar sordo de manera constante. Aunque puede parecer que disfrutan de una existencia simple y sin complicaciones, la falta de objetivos desemboca en una vida sin dirección. Y te aseguro que no se puede ser plenamente feliz en una vida sin sentido. Entonces, la gente que vive el momento, ¿tiene una vida sin sentido?

«Tener una fuerte expectativa -un guion de vida- ligada a una sola forma de vivir nos aprisiona en un mundo estrecho que nos frustra cuando deja de ir en línea recta hacia lo que concibió nuestra imaginación».

No exactamente. Para eso me gustaría definir que es “vivir el momento”. La mayoría de nosotros entiende que fluir con el presente, es “dejarnos llevar por la vida” y aquí tenemos una confusión, desde mi particular punto de vista. Para mi, vivir el presente no es dejarse llevar por la vida sin ocuparnos del futuro, eso es irresponsabilidad. Para mi significa actuar en el presente y dejar de vincularnos al pasado y al futuro, concentrándonos en lo que realmente es la vida: lo que pasa AHORA. El presente es lo único que realmente existe y es desde donde tenemos la capacidad de maniobrar para hacer lo que esté en nuestra mano para construir ese futuro que queremos. Es actuar con plena consciencia AHORA.

Si dejamos que la vida nos lleve, sin saber a dónde vamos, tendremos una inevitable sensación de vacío, de vida desestructurada.

Todo lo que he dicho es aplicable a ambos sexos, desde mi perspectiva. A pesar de la fama de controladoras que tenemos las mujeres, creo que ese calificativo está más relacionado con épocas en las que, como madres, debemos garantizar el bienestar de nuestra prole. Biológicamente hablando, el instinto nos hace cuidar el “nido” y todo lo que pueda afectar a nuestros vástagos, pero no iría más allá a la hora de establecer diferencias entre sexos.

«Si dejamos que la vida nos lleve, sin saber a dónde vamos, tendremos una inevitable sensación de vacío, de vida desestructurada».

En resumen, creo que la vida nunca se tuerce, creo que la vida está en constante cambio y que no está bajo nuestro control. Así que te aconsejo que:

Establezcas los objetivos a los que quieres llegar y relativízalos: entiende que pueden variar con el devenir de la vida (no son de obligatorio cumplimiento) y asume que puede que nunca los logres. Sólo sirven de brújula para guiar tus esfuerzos y poner sentido a tu vida.

-No planifiques en exceso la manera en la que llegarás a ellos y deja que la vida te vaya mostrando el camino, sé flexible. Tu sólo tienes que elegir para no desviarte demasiado, pero el camino no tiene que ser recto.

Olvida las expectativas rígidas, porque finalmente las cosas serán como tengan que ser. Lo importante es que tu tengas claro lo que querías y a donde te dirigías para que tus pasos estuvieran en coherencia con tu interior.

Y no olvides que hay muchos caminos para conseguir una vida bonita, de la que te sientas orgulloso.

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