Alejandro Olivares, miembro de la junta directiva de la AJPS y uno de los pilares del "Proyecto Diversidad y Talento". Jefe de Ventas Territorial de Andalucía Oriental y Canarias en ASISA Vida

Diferente, ¿y qué?

Por Alejandro Olivares, miembro de la junta directiva de la AJPS y uno de los pilares del «Proyecto Diversidad y Talento«.  Vocal de Relaciones Institucionales en ASA Málaga (Asociación de Altas Capacidades). Jefe de Ventas Territorial de Andalucía Oriental y Canarias en ASISA Vida.

Durante años hemos visto cómo se reparten etiquetas a la ligera, sobre todo en la infancia, sin pensar en el peso que esas palabras pueden arrastrar a lo largo de toda una vida. Cuando hablamos de inclusión en las escuelas, solemos quedarnos en la superficie: adaptar contenidos, facilitar materiales, hablar de integración… Pero seguimos pasando por alto algo fundamental: la neurodiversidad.

Altas capacidades, autismo, TDAH, dislexia, niños doble o triplemente excepcionales… No estamos ante problemas que haya que “arreglar”, sino ante formas diferentes de ver, entender y vivir el mundo. Y justo ahí está el valor. Entonces, llegados a este punto tenemos que decir: ¿Diferente? ¿Y qué?

Ser diferente no es un defecto ni una ventaja. Es simplemente eso: distinto. Y esa diferencia puede convertirse en una fuente de talento increíble si dejamos de enfocarnos solo en lo que se sale de la norma y empezamos a fijarnos en lo que realmente aporta.

El sistema educativo sigue funcionando, en gran parte, con un modelo rígido que favorece una sola manera de aprender: lineal, verbal, y muy ajustada a lo que se considera “normal”. En ese esquema, muchos niños neurodivergentes no solo no encajan, sino que lo pasan mal. Son penalizados, etiquetados o, directamente, ignorados. ¿Y si en vez de forzarles a encajar, adaptamos el entorno para que puedan desplegar su potencial?

Aceptar la neurodiversidad en las aulas implica mucho más que hacer un par de ajustes. Significa reconocer que hay muchas formas válidas de aprender, comunicar, concentrarse o relacionarse. También significa cambiar cómo evaluamos, cómo usamos los espacios y —muy importante— cómo formamos al profesorado. Porque la diferencia no debería verse como un obstáculo, sino como una fortaleza.

Y esta idea no se queda en la escuela. En el mundo laboral ocurre lo mismo. Espacios poco flexibles, falta de formación en liderazgo inclusivo, y procesos que no tienen en cuenta las distintas formas de pensar. Por suerte, esto está empezando a cambiar.

En el sector asegurador, estamos empezando a ver los primeros pasos hacia un entorno laboral más inclusivo. Cada vez más compañías reconocen el valor que pueden aportar las personas neurodivergentes, sobre todo en áreas que requieren creatividad, pensamiento lógico o atención al detalle.

«El sistema educativo sigue funcionando, en gran parte, con un modelo rígido que favorece una sola manera de aprender: lineal, verbal, y muy ajustada a lo que se considera “normal”.

Desde la AJPS, estamos trabajando precisamente en eso. Nuestro proyecto Diversidad y Talento no solo busca dar visibilidad a las altas capacidades y los perfiles neurodivergentes, sino también formar a líderes y mandos intermedios para que sepan cómo gestionar equipos diversos, comunicarse con personas que piensan diferente, adaptar dinámicas y hacer que todos puedan brillar.

Ahora mismo estamos desarrollando un programa formativo muy completo con un equipo de profesionales especializados. El objetivo es claro: que la diversidad no sea solo un eslogan bonito, una presentación de powerpoint increíble, sino una ventaja real, bien gestionada y valorada.

Porque incluir no es solo “dejar estar” o colgar una publicación en redes diciendo que somos una empresa o un colegio inclusivo. Incluir significa rediseñar lo que hacemos y cómo lo hacemos, para que todas las personas tengan la oportunidad de aportar lo mejor de sí mismas.

En educación, es cierto que hay muchos docentes volcados y comprometidos, pero también es cierto que muchos no tienen tiempo, recursos ni formación. A veces todo depende del azar: que te toque el profesor o la profesora adecuada. Y no debería ser así.

Tenemos que dejar de intentar encajar a la fuerza a las personas en un sistema pensado para unos pocos. Lo que toca ahora es transformar ese sistema, desde las aulas hasta los equipos de trabajo. Porque el futuro no se construye haciendo moldes de mentes uniformes y cuadriculados, sino entendiendo que cada persona tiene algo único que ofrecer.

«Porque incluir no es solo “dejar estar” o colgar una publicación en redes diciendo que somos una empresa o un colegio inclusivo».

Ser diferente no debería ser un problema. Al contrario: puede ser el punto de partida de algo grande.
Y si es diferente… ¿y qué?