Las personas envidiosas nos pueden amargar la vida

Por Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. También dirige el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social.

Acabamos de empezar un nuevo año, por lo que es un buen momento para desarrollar recursos que nos ayuden a mejorar nuestros aprendizajes y nuestras competencias.

«Desde la psicología, sabemos que una de las emociones que más debilitan y que más daño pueden hacer es la envida. La envidia es una reacción y una vivencia poco noble, que está en el origen de muchas conductas y de actitudes ruines y deshonestas».

La persona envidiosa es incapaz de sentirse satisfecha con lo que tiene y constantemente desea lo que no posee.

Hay quienes atesoran mucha riqueza material y, sin embargo, envidian el palo con el que está disfrutando un niño que no tiene juguetes, o pueden tener un físico fantástico, y envidian una nariz respingona o, lo que es peor, envidian la expresión que nunca tendrán sus ojos, la expresión de una persona feliz, que se siente bien consigo misma y que mira la vida con optimismo.

Desgraciadamente, la envidia está muy presente en nuestra sociedad y, aunque nos cueste admitirlo, está en el origen de muchas de las conductas deshonestas que se dan en los principales ámbitos de la vida. ¿Cuántos de los acontecimientos a los que asistimos atónitos en los últimos tiempos, tienen su origen en envidias, egoísmos y faltas de respeto a la verdad y al interés general?

¿Las personas envidiosas son peligrosas?

«Sí, en general pueden ser muy peligrosas. Hay mucha gente que siente pena al ver la insatisfacción permanente que sufren las personas envidiosas, pero hay que tener cuidado: sus comportamientos tienden a ser muy obsesivos y, cuando persiguen algo, pueden emplear cualquier medio que les ayude a alcanzar sus fines».

La persona mentirosa sólo es fiel a si misma. No dudará en vendernos, en intentar manipularnos, en dañar nuestra credibilidad… si con ello cree que “gana” algo. Incluso, en ocasiones mentirá para sentir que es dueña de nuestras emociones, que nos puede perjudicar y hacer que lo pasemos mal, pues una de las cosas que más envidian es ver a alguien feliz y satisfecho con su vida.

Llevado al extremo, la persona envidiosa puede inventarse toda una historia, simplemente para perjudicar y dañar a quien tenga envidia.

¿La envidia se puede superar?

No es sencillo, pero la envidia es una emoción y, como tal, la podemos intentar controlar. Si cuando la persona envidiosa ve algo que los demás tienen, y que ella quiere, en lugar de centrarse obsesivamente en ello, logra transformar ese deseo en un estímulo, en una ilusión por conseguirlo, estará convirtiendo una emoción negativa y destructiva en un “motor” muy potente para superar su envidia.

«La clave, en definitiva, será transformar la envidia en una ilusión sana que permita sacar lo mejor de la persona envidiosa».

Pero es muy difícil, pues el primer requisito será que la persona envidiosa reconozca que nadie tiene la culpa de su malestar, y que su insatisfacción es interna y, por tanto, necesitará trabajar esa emoción que está condicionando su vida y la vida de las personas que son objeto de su envidia.

¿Se fomenta la envidia en el trabajo?

«Si, con frecuencia puede fomentarse, aunque ninguna organización lo reconocerá; pero la envidia en el medio laboral es una de las lacras que más está minando las relaciones interpersonales, pues dificulta el trabajo en equipo, al impedir un marco de compañerismo, de generosidad y amistad en el trabajo».

Desgraciadamente, desde las empresas, con frecuencia se potencia la competitividad hasta extremos que provocan el recelo, la actitud egoísta, las zancadillas y, en consecuencia, la envidia.

El éxito social, el éxito profesional, el éxito externo, se convierte en un fin sagrado, ante el que algunas personas sacrifican todo y a todos.

Esa envidia terrible, cruel y destructiva, provoca que muchas personas auténticamente valiosas e íntegras, que no se distinguen por su agresividad, sino por su autenticidad, su sensibilidad y su generosidad, sean objetivo de la ruindad, de los comportamientos más deshonestos y agresivos que puede encerrar el ser humano.

«La envidia ha provocado y provoca continuamente problemas en estas personas honestas, que se muestran inválidas ante tanta zancadilla y tanta mezquindad».

Muchas de estas personas las tenemos hoy en las consultas psicológicas, con un dolor y un desamparo que refleja claramente la sociedad en la que vivimos. Sociedad que, en muchos casos, hace la vida más fácil para el envidioso, que para el generoso.

¿Cómo podemos actuar con las personas envidiosas?

No confiando en ellas. A las personas envidiosas las tenemos que sorprender con nuestra estrategia, y para ello conviene recordar que no razonan ni reaccionan como una persona normal.

Nuestra respuesta y nuestra actitud deberán encaminarse a debilitar sus tácticas. Recordemos que quien no es capaz de sentir respeto, reacciona más ante el miedo, que ante el razonamiento.

«Cuando hayamos descubierto conductas de envidia, activemos nuestras alertas. Con estas personas NO nos “abriremos” ni les contaremos intimidades. Cuanto menos sepan de nuestra intimidad: mejor».

Pero no permitamos que arruinen nuestras vidas. A pesar de sus envidias, No cambiaremos nuestra forma de actuar; en el sentido de que es fundamental que la persona envidiosa vea que no es capaz de condicionarnos la vida. Es decir, si nos ocurre algo bueno, seguiremos disfrutando y hablando de ello.

Por último, el mejor consejo es que intentemos mantener a estas personas alejadas de nuestra vida; al menos, si físicamente no podemos hacerlo, cerremos las puertas de nuestras emociones y de nuestros afectos.

Reflexión final

Termino como siempre con una reflexión de mi libro Saca Partido a tu Vida:

«No pierdas tu valioso tiempo cicatrizando las heridas provocadas por personas envidiosas. ¡No dejes que te perturben, y no les des algo tan valioso como es tu atención y tu dolor!».