Los objetivos de Año Nuevo: Cómo conseguir que no sean papel mojado

Por Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. También dirige el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social.

Para muchas personas, Año Nuevo suele ser sinónimo de nuevas metas, de buenos propósitos y de un sinfín de objetivos que, al cabo del tiempo, tienden a quedar en el olvido.

A pesar de lo anterior, resulta curioso comprobar como la mayoría hacemos nuestras propias listas, donde se repiten una y otra vez objetivos como ir al gimnasio, apuntarnos a alguna actividad determinada, aprender inglés, andar media hora todos los días… Tenemos buenos propósitos, pero los logros generalmente dejan mucho que desear, y lo habitual es que al cabo de unos meses, incluso de pocas semanas, hayamos abandonado esos buenos propósitos, y lo hayamos hecho buscando disculpas que justifiquen nuestro fracaso.

Hoy queremos plantearnos cómo ser realistas, pragmáticos y proactivos para conseguir que nuestras metas se hagan realidad.

Proactividad para conseguir metas

Ya sabemos que hay dos formas o actitudes muy diferentes de afrontar las situaciones: siendo proactivos o reactivos.

La persona reactiva es la que va siempre detrás, la que intenta responder ante los hechos. Ello supone un desgaste enorme y poco control sobre las situaciones.

Por el contrario, la persona proactiva se adelanta a los acontecimientos y dirige su actividad hacia lo que desea conseguir; es decir, establece sus propias metas y actúa en función de ellas. Cuando se marca una meta, se obliga a pensar en la secuencia que debe seguir para alcanzarla.

De esta forma, al tener una meta ejercemos control sobre nuestra vida, no nos sentimos perdidos, tenemos claro qué queremos lograr y cómo hacerlo; nos encontramos más seguros y elevamos nuestra autoestima.

Proceso a seguir en la consecución de las metas

El Proceso de fijación de metas es el siguiente:

  • Determinar el campo de actuación. Ej. Trabajo, relación con mi pareja, amigos, aficiones…
  • Decidir la meta a largo plazo: Anticipar la meta con mucho tiempo de antelación, para no dejar ningún cabo suelto.
  • Dividir la meta en submetas, con las siguientes características:
    • Manejables: Que dependan de uno mismo.
    • Operativas: Que sean observables/cuantificables.
    • Realistas: Que se puedan conseguir.
    • Positivas: Enunciadas en positivo = Motivación.

Una vez establecida la meta he de evaluarla, y para ello me pregunto:

  • ¿Es exactamente lo que deseo?
  • ¿Se puede concretar más? Por ejemplo, en submetas.
  • ¿Se puede medir – es operativa?
  • ¿Es realista – puedo conseguirla realmente?
  • ¿Tiene fecha de inicio y finalización?
  • ¿Me sentiré bien si la logro? – Las metas han de ser siempre motivantes.

Ejemplo práctico para conseguir una meta

Pero este proceso se ve mucho mejor con un ejemplo práctico. Seguramente el que resulta muy común a muchísimas lectoras es el tema del inglés. Imaginemos que el año pasado hemos perdido dos oportunidades de mejora profesional por no saber o no dominar el inglés, y nos hemos propuesto aprenderlo o mejorarlo.

Vamos a intentar concretar el proceso que podemos seguir.

  • Campo de actuación: Formación – Aprender Inglés
  • Meta a largo plazo: Poder entender y hablar el Inglés
  • Manejable: Depende de mí.
  • Submetas operativizadas:
    • Pedirle a Pepe, mi compañero, que me aconseje una academia.
    • Ir a la academia a informarme de precios, horarios, niveles…
    • Decidir fecha de comienzo, horario y matricularme.
    • Asistir con regularidad a clase y hacer las tareas para casa.
  • Realista: Puedo conseguirla si me aplico a ello.
  • Fecha de inicio y finalización: Enero a Septiembre.
  • Motivante: Me encantaría conseguirlo y me ilusiona poder aprobar esta “asignatura pendiente”.

Pero no nos engañemos, para conseguir nuestras metas necesitamos grandes dosis de Constancia, Anticipación y un Plan B.

Constancia y Anticipación

  • Constancia:
    • A veces los objetivos y metas a medio y largo plazos se hacen poco motivantes.
    • Para ser constantes hemos de aprender a mantenernos motivadas, marcando submetas que podamos conseguir a corto plazo, y que nos mantengan activos e ilusionados.
    • La constancia nos guía y facilita la obtención de metas, a través de nuestro afán de superación.
    • Ser proactivas requiere por nuestra parte un doble esfuerzo: Planificar y ejecutar. De esta forma controlaremos al medio y, Si nosotras no actuamos sobre el medio, el medio actuará sobre nosotras.
  • Anticipación:
    • Implica el planteamiento previo de todas las estrategias de acción posibles.
    • Requiere prever los posibles resultados y las consecuencias de aplicar cada una de las estrategias de acción.
    • Ello nos permite afrontar mejor los posibles errores y fracasos, puesto que al haberlo previsto disponemos siempre de un plan de acción alternativo; de esta forma, no nos pillará por sorpresa, y nos actuaremos con rapidez para solventar la situación.
  • A través de la constancia y la anticipación logramos:
    • Sensación de control: Sentimos que somos nosotras las que provocamos el cambio.
    • Afán de superación: Actuamos de forma más eficaz cada vez.
    • Compromiso: A través de nuestros propios planteamientos.
    • Iniciativa: Gracias a la disposición para aprovechar las ocasiones que nos surgen para actuar, y
    • Optimismo: Con fuertes dosis de tenacidad para perseguir el objetivo que nos proponemos, y con perseverancia ante los obstáculos que nos encontremos por el camino.

¿Qué hacemos cuándo queremos abandonar y buscamos excusas para dejar nuestras  metas?

Siempre, absolutamente siempre, en nuestra planificación tenemos que tener previsto un plan B; un plan que podamos aplicar cuando falle nuestra motivación, nuestra constancia o cuando sintamos que el día a día lo hace imposible.

Si nuestro objetivo es Aprender Inglés, tendremos que hacer un Análisis minucioso de la mayoría de las circunstancias que puedan presentarse, de las barreras que puedan surgir y de las opciones que tenemos para superarlas.

Por ejemplo, qué hacemos si cuando vamos a ir a clase, o conectarnos a una clase virtual, surge un impedimento que lo trastoca? La mejor opción es No Abandonar, no dejar de asistir a esa clase, salvo una tema tan grave que no haya posibilidad de evitar. En realidad, la mayoría de las veces sí que hay alternativa, pero la rutina y el día a día nos pueden tanto, que abandonamos o buscamos excusas a las primeras de cambio.

Un buen método para valorar la situación que haya surgido es preguntarnos: ¿Por qué es inevitable que hoy no pueda asistir a mi clase de inglés?; si aparentemente parece inevitable, entonces me preguntaría: ¿Qué otras alternativas hay para que yo no deje de asistir a mi clase? Y si finalmente no encontramos alternativas, me preguntaría ¿Qué es lo peor que puede suceder si asisto a mi clase de inglés? En estos momentos recordaré que cuando fijé las metas, ya escribí cómo reaccionar ante los imprevistos y las dificultades, lo leeré y, si realmente es imposible asistir a mi clase, seguiré el plan alternativo (ejemplo, a la mañana siguiente me levantaré una hora antes para tratar de hacer lo que no pude realizar el día anterior).

Pero si hemos hecho bien el “Diálogo Socrático” seguramente coincidiremos en que no se hunde el mundo por asistir a mi clase de inglés.

En este punto, nos vendrán muy bien ejercicios como Confrontación de Pensamientos o Autoinstrucciónes, para poner la mente a nuestro favor  (*).

También tendremos preparadas otras alternativas. Si ese día ha sido imposible asistir a la clase, por la noche me pondré una serie o una película en inglés, y si no me ha quedado tiempo para relajarme con una película, en el coche o en el viaje de vuelta a casa me pondré una cinta o una clase de inglés, escucharé música en inglés, hablaré en inglés (aunque sea internamente), iré traduciendo lo que los otros me dicen al inglés… Es decir, compensaré la falta de asistencia con una tarea que me permita seguir con el hábito de dedicar un tiempo determinado de cada día al inglés.

Finalmente, cada noche, me daré un pequeño o sencillo premio por haber hecho el plan que tenía: aprender inglés, ir al gimnasio, escuchar música…, lo que fuera. Pensaré en algo agradable (desde cenar algo que me apetezca especialmente, ver un capítulo de mi serie favorita, llamar a una amiga que me hace mucha ilusión…) Algo que me premie, me refuerce y fortalezca ese hábito que esto y instaurando.

Muchos ánimos a todas, y que obtengamos un sobresaliente “a final de curso”.

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(*) Veremos cómo practicar la Confrontación de Pensamientos y Autoinstrucciones en los libros: La Inutilidad del Sufrimiento y Recuperar la Ilusión, de María Jesús Álava Reyes. Ambos están editados por La Esfera de los Libros.