Arrepentimiento útil o inútil

Por Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. También dirige el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social.

Muchas personas se pasan la vida arrepintiéndose, pero después siguen cometiendo los mismos fallos.

Muchos niños parecen consternados después de haber hecho alguna trastada y rápidamente piden perdón, pero al poco tiempo, para impaciencia y desesperación de sus padres y profesores, vuelven a caer en las mismas conductas.

En ambos supuestos, el arrepentimiento por si solo no es suficiente para que se produzca la deseada rectificación.

En general, ¿cómo con las personas que siguen cometiendo los mismos fallos?

Nuestro enfoque y nuestras exigencias serán diferentes en función de quien se equivoca.

Si son niños los que no aprenden a rectificar, nos mostramos más condescendientes. En general, tendemos a pensar que aún no tienen el control suficiente sobre sus actos y estamos dispuestos a concederles más tiempo para aprender.

Pero cuando son los adultos los que caen una y otra vez en los mismos fallos, aquí ya no admitimos excusas y llega un momento en que pierden nuestra credibilidad y nuestra confianza.

¿Es más fácil decir lo siento que cambiar de verdad?

Hace poco tiempo era testigo de una conversación que, con diferentes matices, he escuchado muchas veces. En este caso, una mujer le decía a su pareja: “¿A mí de qué me sirve que te arrepientas de haberte enfadado sin motivo, y haberme amargado el fin de semana, si se que dentro de unos días vas a volver a hacerlo de nuevo, y otra vez me sentiré sola, triste e injustamente tratada? En el fondo, para ti es muy cómodo, tú te quedas tan tranquilo diciendo que lo sientes, y yo me desespero una y otra vez al ver que no eres capaz de cambiar”.

En estos casos, más que un auténtico propósito de rectificar, el arrepentimiento parece más una “pose”, o una “disculpa” fácil de pronunciar.

¿Qué pasos debemos dar para que, además de arrepentirnos, seamos capaces de cambiar nuestras conductas y no cometer los mismos errores?

«En primer lugar, conviene que hagamos un análisis objetivo de nuestra actuación, y que actuemos con honestidad. En este sentido, empezaremos por planteemos si estamos dispuestos/as a esforzarnos por cambiar aquellas actitudes o comportamientos que han provocado algún tipo de dolor; tanto en nosotros/as, como también en las personas que nos rodean».

Tomar la decisión es importante, pero no será suficiente si no va acompañada de una serie de medidas que nos permitan rectificar nuestras conductas, y eso muchas veces significará un gran esfuerzo, ya que implicará cambiar determinados hábitos, y somos conscientes de lo difícil que es modificar actitudes o comportamientos que están tan instaurados, que parecen generarse de forma automática, muy lejos de nuestro control voluntario.

Algunas ilustraciones nos ayudarán a verlo más claro. Por ejemplo, ¿qué ocurre cuando físicamente nos sentimos fatal, a consecuencia de haber bebido en exceso? Seguramente, en esos momentos nos arrepentimos y nos prometemos a nosotros mismos que la próxima vez beberemos menos, pero difícilmente lo vamos a conseguir si tenemos el hábito de beber ya muy instaurado.

Lo más normal es que ante parecidas circunstancias se produzcan conductas muy semejantes; por lo que, antes de que seamos plenamente conscientes y nos hayamos dado cuenta, habremos perdido de nuevo el control de nuestros actos.

«Sólo si somos muy conscientes de las secuencias que se producen en nuestros hábitos, y nos entrenamos con fuerza para cambiarlas, podremos conseguir romper esa “cadena” de secuencias automáticas; esas resistencias que nos impedían modificar las conductas que teníamos muy consolidadas».

O cambiamos las conductas previas que tenían lugar antes de darse ese hábito negativo para nosotros, o cambiamos las consecuencias que se producían una vez acaecido el mismo.

¿Cómo podemos ayudar a las personas que se arrepienten y quieren cambiar?

Si tenemos a nuestro lado personas que se pasan la vida arrepintiéndose de algo, la mejor manera de ayudarlas será apoyarlas, para que no caigan en las mismas conductas.

No obstante, si a pesar de nuestro apoyo vuelven a caer, esa actuación deberá tener una consecuencia claramente negativa para la persona que la ha cometido. En estos casos, con frecuencia nos sentimos tan frustrados que: o nos callamos, o echamos una bronca. Pero recordemos que una bronca es un castigo muy poco eficaz. Resulta más positivo y más práctico privarle a esa persona de algo que realmente le importe. Por ejemplo, si le gusta mucho salir con nosotros, le diremos que hasta que no haya conseguido determinado objetivo, por ejemplo llevar dos semanas sin probar alcohol, no aceptaremos esa salida..

Sin embargo, sí que hay personas que reaccionan después de un acontecimiento traumático. Por ejemplo, después de un desengaño que ellos mismos han provocado, o tras un fracaso profesional por un fallo que podían haber evitado. Pero incluso en estos casos hay que saber arrepentirse, pues hay personas que en su arrepentimiento se confunden. Esto es lo que ocurre cuando tras una separación, uno de los padres puede estar arrepentido de lo que hizo, y como ya con la pareja no puede hacer nada, trata de compensarlo con los hijos, y lo hace de forma tan equivocada, que les da todo lo que le piden, sin ningún tipo de medida; por lo que termina convirtiéndoles en auténticos tiranos.

También estarían aquí los que se arrepienten, por ejemplo, por haberse unido a alguien que no quieren, o haber perdido a su mejor amigo/a por una actuación impulsiva e irresponsable. Tras estos hechos, lejos de reaccionar con la madurez que sería deseable, deciden pasarse la vida amargados por lo que hicieron, sin buscar salidas a su situación.

Reflexión final

«En consecuencia, los arrepentimientos son positivos si nos impulsan a mejorar. Pero si nos quedamos en la falta de acción, o en la queja fácil; o si sólo nos conducen a un sufrimiento estéril, mejor que nos replanteemos qué podemos hacer para que ese arrepentimiento sea una lección para nosotros, y no se convierta en una trampa o en una condena».