Redacción ‘MS’- A pesar de que en el lenguaje coloquial muchas personas se refieren a cualquier problema desarrollado tras la ingesta de alimentos como intolerancia, en realidad, la alergia y la intolerancia son dos procesos totalmente diferentes, con síntomas distintos y consecuencias clínicas radicalmente disímiles. Por este motivo, con el fin de aumentar el conocimiento y sensibilización de la población sobre las alergias, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial de la Alergia instituyeron hace años el Día Mundial de la Alergia, que anualmente se conmemora el 8 de julio.
Según explica el Dr. Pedro Gamboa, alergólogo de IMQ, las intolerancias alimentarias son trastornos debidos habitualmente a defectos enzimáticos en el tubo digestivo. «Las enzimas digestivas se encargan de simplificar la estructura química de los azúcares que comemos (lactosa típica de la leche y productos lácteos, fructosa presente principalmente en frutas y verduras, o sorbitol, entre otros) y que permiten su absorción por la mucosa del intestino y su incorporación al organismo. En caso de tener una carencia parcial o total de estas enzimas, estos azúcares no se pueden absorber, se acumulan dentro del tubo digestivo y producen alteraciones (fermentación, por ejemplo) que se traducen en hinchazón abdominal, dolor en el abdomen, náuseas, vómitos, diarreas, etcétera».
Los síntomas se suelen limitar al sistema digestivo, sin poner en ningún caso en peligro la vida del paciente. Sin embargo, pueden disminuir muy notablemente su calidad de vida, por su aparición diaria o muy frecuente cada vez que la persona intolerante consume estos alimentos. Estas alteraciones enzimáticas pueden persistir a lo largo de la vida de la persona en caso de tener una base genética. En otras ocasiones pueden ser transitorias, cuando se producen después de procesos infecciosos en el intestino o por reagudizaciones de otras patologías digestivas.
El diagnóstico de las intolerancias alimentarias se realiza a través de una correcta historia clínica y de determinados análisis clínicos con muestras en aire exhalado que evidencien la presencia de estos defectos en el intestino del paciente. «Existen otros análisis clínicos que se realizan en sangre y que dicen detectar intolerancias a cientos de alimentos, que no tienen suficiente respaldo científico», apunta el alergólogo.
Una vez diagnosticada la intolerancia, el tratamiento es dietético, evitando de forma absoluta o reduciendo lo máximo posible la ingesta de los alimentos con contenido elevado de los azúcares que la persona con intolerancia no puede absorber.
Alergias alimentarias
Por otra parte, las alergias alimentarias son trastornos inmunológicos. «Las personas con alergias a alimentos reconocen como extrañas y potencialmente dañinas proteínas de uno o varios alimentos. Sus organismos forman una inmunoglobulina, la famosa inmunoglobulina E, como un posible mecanismo de defensa. Sin embargo, tras la sensibilización inicial, un contacto posterior con el alimento provoca la liberación de diferentes sustancias por parte de unas células denominadas mastocitos y basófilos, como histamina, leucotrienos y triptasas, que originan los síntomas típicos de las reacciones alérgicas inmediatas», detalla el el alergólogo de IMQ.
Así, poco tiempo después de la ingesta del alimento que provoca la alergia «se inician uno o varios de los siguientes síntomas: picor de boca que puede hacerse generalizado, habones, hinchazón de la cara u otras zonas, náuseas, vómitos, diarrea, dificultad para respirar, tos, mareo y, en casos extremadamente graves, un shock anafiláctico e incluso el fallecimiento de la persona».
Los alimentos son la principal causa de las anafilaxias, que aparecen en alrededor de 100 casos por 100.000 personas/año, con una mortalidad que varía entre el 0,5 y el 2%. Esto supone una cifra de incidencia anual de reacciones anafilácticas en Euskadi que ronda los 2.200 casos.
En la primera infancia, la leche y el huevo son los alimentos que con mayor frecuencia causan alergias alimentarias. «Conforme se crece, se van incorporando a nuestra dieta y a nuestras alergias otros alimentos como frutos secos, pescados, mariscos, legumbres, etc. En nuestro entorno, en la edad adulta, la alergia a las proteínas transportadoras de lípidos de los vegetales, especialmente de las frutas rosáceas (buena parte de las especies de frutas de consumo masivo, como manzana, pera, membrillo, melocotón, ciruela, cereza, albaricoque, níspero, etc.) y de los frutos secos ocupan la primera causa en frecuencia de la alergia alimentaria», señala el facultativo de IMQ.
Una vez que el alergólogo ha diagnosticado el o los alimentos a los que se es alérgico mediante la realización de las pruebas cutáneas y la analítica precisa, el tratamiento consiste en la evitación estricta de dicho alimento o alimentos.
En muchos casos, la alergia alimentaria persiste a lo largo de toda la vida. Tal y como explica el Dr. Pedro Gamboa, «en los casos de alergia a alimentos básicos o muy frecuentes en nuestra dieta y, por ello, difíciles de evitar, estamos realizando tratamientos con inmunoterapia oral con alimentos. Consiste en administrar cantidades progresivamente crecientes del alimento, de forma que la persona tolere una dosis habitual del alimento (un vaso de leche o un huevo, por ejemplo) o, al menos, a cantidades suficientemente altas como para evitar anafilaxias por ingestas accidentales de los alimentos».
A pesar de lo anterior, «en muchos casos, la persona con alergia alimentaria deberá llevar siempre consigo un dispositivo con adrenalina autoinyectable, que se administrará lo más rápidamente posible en caso de iniciar una reacción con datos de alarma. Es el tratamiento sintomático más eficaz para detener una reacción alérgica a alimentos y el fármaco que nos puede salvar la vida», concluye el alergólogo de IMQ.