El miedo al fracaso

Por Mª Jesús Álava Reyes, presidenta de Apertia-Consulting y de la Fundación María Jesús Álava Reyes. También dirige el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social.

«Los fracasos encierran enseñanzas».

Estamos a final de año y es un buen momento para hacer un balance emocional.

En esta sección hemos hablado a veces de los miedos, pero hoy abordaremos un miedo muy especial: el miedo al fracaso; ese miedo que puede desencadenar bloqueos en muchas personas, hasta el extremo de experimentar altos niveles de ansiedad y de angustia, que hace que se sienten inseguras, que se inhiban ante las dificultades y adopten actitudes pasivas y conformistas.

Sabemos que el miedo es una de las emociones básicas de nuestra vida, y necesitamos el miedo para sobrevivir, pero ese miedo que nos alerta, y con frecuencia nos salva, a veces se convierte en un sentimiento que nos paraliza y nos impide evolucionar.

En este artículo analizaremos cómo se generan los miedos y cómo podemos superarlos; pero también analizaremos como hay unos miedos racionales, que nos ayudan a evitar situaciones peligrosas.

«Sabemos que el miedo es una de las emociones básicas de nuestra vida, y necesitamos el miedo para sobrevivir, pero ese miedo que nos alerta, y con frecuencia nos salva, a veces se convierte en un sentimiento que nos paraliza y nos impide evolucionar».

¿Cuándo experimentamos los primeros miedos?

El miedo al fracaso surge ya con nuestras primeras experiencias, desde muy pequeños. El bebé al principio tiene un mundo a su servicio; los adultos cubren todas sus necesidades y le proporcionan todo lo que necesita para vivir. Pero empezamos a crecer y todos esperan que vayamos elaborando nuestros propios recursos, que seamos personas más autónomas y nos lancemos a experimentar y descubrir todo lo que nos rodea. En ese descubrimiento se producen los primeros fracasos; cuando queremos sostenernos sentados primero, de pie después; cuando queremos andar, deambular, explorar… y nos caemos una y otra vez.

Ese miedo nos acompañará en muchas etapas de nuestra vida. Nacemos con muchos recursos, pero no con todos los aprendizajes que necesitamos.

Nuestra vida será un desarrollo permanente, una investigación y un descubrimiento constante.

«El miedo al fracaso surge ya con nuestras primeras experiencias, desde muy pequeños».

El miedo al fracaso nos impide tomar decisiones

El ser humano, en el ejercicio de su libertad, tiene la capacidad de analizar los hechos, evaluar las distintas opciones que existen y elegir aquella decisión que considera más adecuada.

Ya hemos comentado que el miedo es una de las emociones básicas de nuestra vida; así, en un extremo tendremos las personas muy decididas, incluso algo impulsivas, que pueden arriesgarse en su día a día, y se muestran seguras ante cualquier hecho o acontecimiento, y en el otro lado tendremos las personas “miedosas”, demasiado precavidas, que ven dificultades en cualquier situación y que se sienten inseguras en su día a día.

En nuestra práctica de la psicología comprobamos como una de las grandes quejas que nos formulan las personas con miedo al fracaso se refiere a la falta de seguridad que tienen cuando deben tomar decisiones; independientemente de que se trate de decisiones importantes o triviales, y de que se refieran a su ámbito personal, social o profesional.

Algunas personas pueden bloquearse a la hora de tomar decisiones y, con ello, arrastran un hándicap que les pasará factura en su día a día y en su relación con los demás.

«En nuestra práctica de la psicología comprobamos como una de las grandes quejas que nos formulan las personas con miedo al fracaso se refiere a la falta de seguridad que tienen cuando deben tomar decisiones».

¿El miedo siempre es negativo?

Algunas de nuestras lectoras quizá se pregunten: ¿qué sería de nuestra vida si no tuviéramos miedo? La realidad es que el miedo es un mecanismo de defensa, de alerta ante los peligros, pero también es un freno para el cambio, y recordemos que si no cambiamos, no crecemos, especialmente en momentos difíciles.  

Sin duda, a lo largo de nuestra vida nos vamos a encontrar con situaciones que nos vienen dadas; situaciones que no deseábamos ni esperábamos (por ejemplo, la pandemia actual que aún padecemos, el despido del puesto de trabajo, la ruptura de una relación sentimental, una crisis económica…). No obstante, el hecho de que podamos elegir la forma en que nos vamos a enfrentar a la situación nos da la posibilidad de defendernos, de aprender de la experiencia y de desarrollar nuestra inteligencia emocional.

Las situaciones pueden ser muy adversas, pero podemos intentar superarlas, y eso a veces implica asumir ciertos riesgos razonables; de hecho, asumir riesgos es una capacidad que nos puede ayudar a encontrar nuevas vías y nuevas opciones que no habríamos visto si, desde el principio, hubiéramos optado por inhibirnos.

Podemos aprender de los errores, de los fracasos, pero no aprende quien no se atreve a tomar decisiones importantes en su vida, quien piensa que no puede hacer nada para cambiar o mejorar las cosas. Pero arriesgarse no tiene por qué implicar conductas de irresponsabilidad, que puedan afectar además negativamente a nuestro entorno.

«El miedo es un mecanismo de defensa, de alerta ante los peligros, pero también es un freno para el cambio, y recordemos que si no cambiamos, no crecemos, especialmente en momentos difíciles».  

Pautas para vencer los miedos

  • ¡No dejemos que nos paralice el miedo! Conviene creer en proyectos, intentar ponerlos en marcha y perseguirlos con todas nuestras fuerzas y nuestra inteligencia.
  • No postergaremos la toma de decisiones, aunque intentaremos hacerlo desde la reflexión, no desde el impulso.
  • Cuando alimentamos las dudas, no somos capaces de advertir los beneficios de nuestras decisiones.
  • Cuando nos quedemos en la queja, y adoptemos una actitud inmovilista, lejos de crecer retrocedemos, y dejamos de aprender.
  • El fracaso estimula la inteligencia de las personas seguras y perseverantes, y nos ofrece grandes oportunidades de encontrar nuevas vías de solución.
  • Las personas pueden equivocarse al elegir una opción, pero es mejor fracasar en esa elección y aprender del error que adoptar una actitud tan conservadora que nos impida asumir riesgos y encontrar soluciones.
  • Si queremos crecer, tenemos que estar abiertos a los posibles cambios que puedan venir.

Augusto Cury, en su libro El vendedor de sueños, nos dice: “Las conquistas sin riesgos son sueños sin méritos, nadie es digno de sus sueños si no utiliza sus derrotas para cultivarlos”.

En uno de mis tuits sobre el miedo decía: “No dejes que el miedo condicione tu vida y anule tu voluntad”. Para conseguirlo, recuerda que el mejor antídoto contra el miedo es la ilusión, y el mejor estímulo, la confianza.

En definitiva, lo mejor que podemos esperar de nuestra vida es la posibilidad de APRENDER, de aprender de cada situación, de disfrutar de los éxitos y de crecer con los fracasos.