La grave situación de las mujeres ante el regreso del régimen talibán

Por Mirian Izquierdo, presidenta de la

Fundación Woman Forward.

Si bien la situación en Afganistán ha sido difícil para las mujeres durante las dos últimas décadas, durante 20 años ha habido un cambio en la dirección correcta. El sistema de justicia que barajan los talibanes puede violar, sin embargo, las protecciones constitucionales e internacionales de apoyo a las mujeres.

Cuando cayeron los talibanes, se renovaron las esperanzas de mejorar las políticas sociopolíticas y económicas afganas que conducirían a un positivo resurgimiento de la igualdad de derechos de las mujeres. El nuevo gobierno intentó hacer realidad estos objetivos mediante la redacción y puesta en marcha de varias resoluciones, leyes, políticas, planes de acción y estrategias para empoderar a las mujeres de Afganistan. Un hecho notable había sido la ratificación, sin reservas, de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) en 2003, aun a pesar de que muchas ONGs internacionales han señalado que las políticas no han conseguido su objetivo.

Las deficiencias de la implementación de la estrategia de la CEDAW han sido confirmadas por las Naciones Unidas en su Índice de Desigualdad de Género de 2014, que clasificó a Afganistán como el número 171 de 187 países en términos de igualdad de género.

«Si bien la situación en Afganistán ha sido difícil para las mujeres durante las dos últimas décadas, durante 20 años ha habido un cambio en la dirección correcta. El sistema de justicia que barajan los talibanes puede violar, sin embargo, las protecciones constitucionales e internacionales de apoyo a las mujeres».

Con la comunidad internacional en retirada, la situación se agrava porque ya no habrá nadie que impida al nuevo régimen desmantelar el curso de las incipientes protecciones, que ahora desaparecerán por completo.

Una de las principales preocupaciones es el futuro de las numerosas organizaciones de derechos de la mujer y otros grupos de la sociedad civil que han estado operando en Afganistán hasta ahora.

Por otro lado, el sistema jurídico afgano, además, es muy complejo. Se basa en valores religiosos, costumbres y valores tribales, lo que a menudo da lugar a procesos discriminatorios.

Tanto los hombres como las mujeres se enfrentan a retrasos y a la falta de apoyo cuando buscan representación legal en Afganistán, pero las mujeres lo tienen aún más difícil debido a las normas culturales discriminatorias y a la falta de apoyo familiar.

A estos obstáculos formales, se añadirá ahora la creciente presión social para resolver los conflictos matrimoniales a través de mecanismos de justicia informales, como las jirgas (asamblea de líderes locales) y la shura (proceso de consulta), a pesar de que estos ofrecen protección escasa. Las mujeres volverán a estar representadas por un miembro masculino de la familia en las reuniones informales de resolución de conflictos de la comunidad, por lo que no tendrán ninguna libertad para hablar por sí mismas, e incluso es de esperar que se restauren los mecanismos de resolución de conflictos basados en tradiciones en vías de superación, como el intercambio de mujeres entre tribus para resolver disputas.

«Tanto los hombres como las mujeres se enfrentan a retrasos y a la falta de apoyo cuando buscan representación legal en Afganistán, pero las mujeres lo tienen aún más difícil debido a las normas culturales discriminatorias y a la falta de apoyo familiar».

Finalmente, hay que destacar que las declaraciones de los talibanes contradicen la sharía (ley islámica, con un amplio conjunto de principios éticos que se encuentran en el Corán) en si misma, planteando una gran incertidumbre: “Vamos a permitir que las mujeres trabajen y estudien dentro de nuestros marcos”. ¿Cuál es el marco dentro de la sharía?

Como mujer investigadora del liderazgo femenino, me resulta insoportable imaginar lo que sentiría si viviera bajo el régimen dictatorial talibán; como ex funcionaria internacional de la Comisión Europea, me resulta sorprendente el escaso eco y contestación social e institucional internacional, a día de hoy, sobre las consecuencias para las mujeres de esta vuelta a un régimen patriarcal, falsamente basado en creencias religiosas. Y como presidenta de una Fundación que trabaja en favor del empoderamiento de las mujeres, me preocupa no ver, por el momento, cómo podríamos ayudar a estas mujeres.