Los derechos de la mujer deben ser un principio innegociable en todos los debates futuros sobre Afganistán

Marlen Estévez, abogada y presidenta de

Women in a Legal World.

El siglo XX se caracterizó también entre otras cosas por la incorporación de los derechos humanos al derecho internacional. Es decir, a las normas destinadas a regular las relaciones externas entre sujetos soberanos, los Estados, y otros sujetos a los cuales también se les confiere calidad de sujetos de derecho internacional. El propósito era armonizar sus relaciones, construyendo un ideal de justicia mutuamente acordado por ellos, en un marco de certeza y seguridad que permita realizarla.

«Pues bien, entre estas normas de derecho internacional, la más relevante es sin duda la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1948 que fue adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III), como respuesta a los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial y como intento de sentar las bases del nuevo orden internacional que surgía tras el armisticio».

Ahora bien, los derechos humanos no sólo se reconocen en el derecho interno de numerosos Estados y en tratados internacionales, sino que son una idea de gran fuerza moral.. Para muchos, además, la doctrina de los derechos humanos se extiende más allá del derecho y conforma una base ética y moral que debe fundamentar la regulación del orden geopolítico contemporáneo. Son una referencia clave en el debate ético-político actual, y el lenguaje de los derechos se ha incorporado a la conciencia colectiva de muchas sociedades.

Sin embargo, esta hegemonía debe convivir en una realidad alarmante, la que se vive en muchos países del mundo y concretamente hoy en Afganistán, tras el acuerdo alcanzado por la OTAN el 14 de abril de 2021 de retirar las tropas antes del 11 de septiembre de 2021 del país después de 20 años de presencia en el país.

«Esto nos lleva a preguntarnos ¿qué ha hecho mal la comunidad internacional para que sus acciones implementadas durante más de 20 años hayan fracasado? ¿qué podemos hacer ante esta situación?».

Esto se tiene que poner en contexto además con una realidad histórica irrefutable y es que fue a principios del XX cuando Afganistán se declaró independiente y mantuvo un régimen monárquico desde 1933 hasta 1973. En ese momento, la reina consorte Humaira Begum (Kabul 1918- Roma 2002) fundó en 1946 el primer instituto para mujeres la Sociedad de Mujeres y entre otras cosas, tanto ella como su esposo Mohammed Zahir Shah (Kabul 1914 – Kabul 2007) modernizaron el país.

En 1964 Afganistán pasó a ser una Democracia Parlamentaria limitada, mediante la instauración de su primera Constitución, con ella, las mujeres habían conseguido el sufragio universal y los mismos derechos que los hombres. Terminaron con la obligación de que las mujeres fueran enteramente cubiertas en público, por lo que la misma reina, feminista convencida, no llevaba ni siquiera velo.

¿Qué ha sucedido entones en Afganistán durante estos últimos años para que se haya producido este retroceso en lo que a pérdida de derechos se refiere? ¿por qué no hemos conseguido instaurar la Paz y mantener los derechos que ya existían hace casi 60 años?

Numerosas respuestas afloran ante estas preguntas. Todas poco concluyentes, pero de lo que no cabe duda es de que sea cual sea la conclusión la realidad es que ahora “no podemos ni debemos abandonar al pueblo de Afganistán”. La comunidad internacional debe utilizar todos los instrumentos disponibles para garantizar que hable con una sola voz para defender los derechos humanos en este territorio.

Concretamente, los derechos de la mujer deben ser un principio innegociable en todos los debates futuros sobre Afganistán. La futura gobernanza de este país solo debe contar con el apoyo y el respaldo de la comunidad mundial si garantiza la participación plena, igualitaria y significativa de las mujeres, incluye a los grupos minoritarios y a los jóvenes, defiende los derechos humanos y las libertades fundamentales y garantiza la adhesión al estado de derecho.

Por eso, se debe proteger a quienes construyeron el Afganistán de hoy, incluidas sus mujeres. En el 75 aniversario de Naciones Unidas debemos ampliar el apoyo a los derechos humanos, no solo entablando conversaciones que calen hondo en la sociedad, sino también con acciones y medidas concretas.

«Y ello, ya que como dijo Jean Rivero: «la justicia está hecha para el justiciable y su valor se mide en términos de vida cotidiana porque no nos interesa tanto el desarrollo del Derecho sino la protección eficaz que nos brinda».

No puedo estar más de acuerdo. Considero que el derecho internacional solo habrá triunfado si es capaz de brindar protección eficaz en situaciones como las que está viviendo hoy Afganistán. No podemos dejar que fracase el concepto de intervención humanitaria.

Ahora bien, tampoco se trata de culpar al Derecho Internacional de su ineficacia, pues no hay que olvidar que es el resultado de la acción de los Estados y está por tanto atenazado por sus intereses y contradicciones. Además, la realidad es que la realización de estos derechos requiere una colaboración urgente y amplia que abarca no solo a los Estados y a las organizaciones internacionales, sino también a la sociedad civil. Nos concierne a todos.

Ya lo dijo Mahatma Gandhi “Sé el cambio que quieres ver en el mundo” porque muchas personas haciendo pequeñas cosas a la vez, seremos capaces de construir grandes puentes de protección de los derechos humanos, la aspiración más elevada de toda la comunidad.