Neurociencia, Bill Gates, Ramon y Cajal y mi deseo para 2021

Por Elena Mayor Lozano, CEO en EmotionHR y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Felicidad de Personas y Organizaciones, Conciencia y Compasión.

Durante el ya depuesto 2020, un año que llevamos casi un año deseando olvidar, hemos asistido a realidades insólitas derivadas de una pandemia de consecuencias insospechadas, que nos ha hecho especular con un sinfín de teorías confabulatorias: el origen del virus diseñado en un laboratorio por un humano con ojos rasgados o la vacuna de ingeniería genética creada por Bill Gates para inocularnos microchips en el ADN. Estas dos teorías se enmarcarían en otra más grande en la que el virus fue fabricado con el fin último de controlar a la Humanidad a través de esos microchips introducidos en nuestro material genético.

Vaya por delante que no quiero opinar sobre estas teorías, ¿imaginación humana o lo que el hombre es capaz de hacer por poder? Quizá nunca lleguemos a saberlo.

Ramón y Cajal, el padre de la neurociencia, se sumó en 1905 a este tipo de teorías escribiendo un cuento de ciencia ficción en clave de humor denominado “el fabricante de honradez” por el que un médico descubre una “vacuna moral” cuyo objetivo era “la purificación ética de la raza humana y la conversión de los viciosos y criminales en personas probas, decentes y correctísimas”, cansados de los episodios de depravación y conductas sancionables de los vecinos de la ciudad de Villabronca.

«Durante el ya depuesto 2020, un año que llevamos casi un año deseando olvidar, hemos asistido a realidades insólitas derivadas de una pandemia de consecuencias insospechadas, que nos ha hecho especular con un sinfín de teorías confabulatorias».

La vacuna consiguió cesar por completo la criminalidad, los vicios y la deshonestidad y las autoridades, obligando a sus conciudadanos a vacunarse de moralidad, creó una realidad idílica. Por supuesto, las cosas no se quedan aquí en el cuento, te invito a que lo leas y descubras lo que ocurrió, pero te adelanto que la vacuna moral era un placebo que sugestionaba a los habitantes de la aldea y les hacía creer que las pasiones más terrenales habían desaparecido de su realidad y habían dado lugar a una existencia aciaga, hasta el punto de que pidieron a las autoridades que les permitieran tomar un antídoto de la vacuna para imprimir un poco de sal a sus vidas.

¿Necesitamos el drama en nuestras vidas?

Los personajes imaginarios de Cajal vivían en un mundo sin bajas pasiones, pero su ego las deseaba, convenciéndoles de que la vida sin ellas era un puro aburrimiento. ¿Somos así los humanos? ¿Necesitamos drama?

Eckart Tolle habla de la existencia de lo que él llama “cuerpo del dolor”. Tolle lo describe como una criatura que habita en nuestro interior y que está permanentemente sedienta de drama, un drama que necesita consumir para seguir existiendo. Esta criatura se alimenta del dolor diario y permanece agazapada en espera de darse algún festín cuando surge la menor oportunidad. De esa manera, la vida en paz y en armonía se rompe desde nuestro interior porque nuestro cuerpo del dolor busca saciar su apetito de drama.

Y de ahí surge la necesidad del antídoto que los habitantes de Villabronca exigen para imprimir malestar y dolor a sus vidas perfectas y honradas, unas vidas repletas de gozo y amor.

Desde el punto de vista de la neurociencia, existe una explicación para esta necesidad de drama y es el funcionamiento de nuestro cerebro. Un cerebro diseñado para detectar amenazas y así contribuir a nuestra supervivencia a través de los siglos. La máquina perfecta jamás creada, nuestro cerebro, fue diseñada para permanecer atenta a los peligros, esa es la ley por la que se rige nuestra atención, ¿cómo si no podríamos haber llegado hasta aquí?

«Los personajes imaginarios de Cajal vivían en un mundo sin bajas pasiones, pero su ego las deseaba, convenciéndoles de que la vida sin ellas era un puro aburrimiento. ¿Somos así los humanos? ¿Necesitamos drama?».

Una vez desechados los posibles e inminentes peligros, nuestro cerebro busca el placer, pero sólo en ausencia del dolor, esta es la indiscutible prioridad. ¿Será este el mecanismo por el que se explica la existencia del llamado cuerpo del dolor de Eckhart Tolle?

En cualquier caso, necesitemos el drama como consecuencia del funcionamiento del ego o se trate la atención prioritaria que ponemos en él, como consecuencia del funcionamiento adaptativo de nuestro cerebro, yo opino que es cierto que parecemos necesitar una dosis de dolor en nuestras vidas y opino también que solemos ser capaces de encontrar ese dolor con relativa facilidad porque si es necesario, lo fabricamos.

Creamos el dolor: este es el mensaje que quiero transmitir.

Extraocular la vacuna de la felicidad

Toda esta reflexión me hace caer en la cuenta de que el origen del drama está dentro, originado por nuestro ego o por nuestro cerebro, en función de la interpretación que más encaje con nuestra forma de pensar. Y de la misma manera que creo que somos nosotros los que creamos nuestro dolor, estoy segura de que somos capaces de crear nuestra felicidad. Todo está dentro.

Somos un cerebro lleno de amor, compasión, alegría y bondad, así nacemos y así es como realmente somos. Cuando somos mayores llamamos a eso “ingenuidad”, asegurando que el mundo es un lugar lleno de amenazas de las que debemos defendernos. Los ingenuos no saben defenderse de la vida, así que es necesario desprenderse de la ingenuidad. ¿Es posible que sea el cuerpo del dolor que habita en nuestro interior agazapado y a al acecho, ese que probablemente haya creado nuestro perfecto cerebro en su búsqueda por ayudarnos a sobrevivir, el que nos haga interpretar un mundo lleno de injusticia, deshonestidad y maldad con el que creemos convivir?.

Es posible. Desde ese punto de vista, la vacuna moral de Cajal estaría compuesta de lo único que tenemos al nacer y que enterramos entre kilos de ego, que cargamos en una inmensa mochila que va engordando a lo largo de la vida, una mochila repleta de desconfianza, miedo, odio, revancha, envidia, ira y todo un largo etcétera de enseñanzas acumuladas.

«El origen del drama está dentro, originado por nuestro ego o por nuestro cerebro, en función de la interpretación que más encaje con nuestra forma de pensar».

Por eso, la teoría de inocular moralidad mediante una vacuna, como propueso Ramón y Cajal, me sugiere la idea contrapuesta, es decir dejar de introducir algo externamente porque ya lo tenemos en nuestro interior, la ingenuidad y la bondad que siempre hemos tenido desde que nacimos y que simplemente quedó enterrada por todos los aprendizajes que cargamos como mochilas de dolor.

Deberíamos ser capaces de dejar de inocularnos algo que nos ayude a vivir mejor para extraocularnos lo que tenemos dentro, muy en el fondo, muy olvidado y que tan necesario resulta para vivir en paz y felicidad. Busquemos en nuestro interior y extraoculémonos esa carga de honestidad olvidada para irradiarla en nuestro mundo. Seamos además conscientes de que estamos preparados como seres humanos para dar prioridad al dolor en detrimento del amor que traemos de serie al nacer. Saquemos al exterior lo que ya tenemos en nuestro interior para conseguir vivir en plenitud.

La vacuna del Covid nos ayudará a protegernos del virus y creará una “inmunidad de rebaño”, al igual que la vacuna extraoculada de nuestro interior contra el ego. Esta inusitada vacuna creará “masa crítica” de personas decididas a vivir en armonía, ¿no es eso lo que todos buscamos, ser felices? Pues la solución está dentro, no lo olvides.

«Deberíamos ser capaces de dejar de inocularnos algo que nos ayude a vivir mejor para extraocularnos lo que tenemos dentro, muy en el fondo, muy olvidado y que tan necesario resulta para vivir en paz y felicidad».

Mi mejor deseo para 2021 es que descubras esa vacuna interior que te permita ahuyentar el virus del ego, tan virulento en el contagio de emociones negativas, que consigue crear tu drama cotidiano. Deseo que irradies salud, optimismo y ganas de vivir para que entre todos consigamos crear esa masa crítica.

Si quieres comunicarte conmigo escríbeme a emayor@emotionhr.com