El valor de lo imperfecto

Por Patricia Ciruelos, Coach y formadora en Bienestar, Felicidad y Salud.

Advisor Fundación Mundial de la Felicidad

Casas que huelen a comida, cojines descolocados, calcetines en el suelo, tu lugar favorito del sofá ya deformado…Recuperemos el valor de lo imperfecto. Esos rincones llenos de juguetes tirados por el suelo son reflejo de un hogar donde los niños juegan. La pila llena de cacharros tras una tarde con amigos, las casas con pelos de gato y tu manta favoritas ya con bolas, la lampara que no pega en el salón pero que quiero porque me encanta… Pongamos en valor las marcas de medir a los niños en el marco de la puerta, ese pan al que alguien le ha robado el pico, las sabanas arrugadas tras hacer el amor, los hornos sucios que alimentan a muchas familias los domingos, los libros con las esquinas ya dobladas…Pongamos en valor las fotos desgastadas o las más antiguas que hacíamos con carrete donde nunca sabíamos si íbamos a salir con la cabeza cortada…

Vivimos en una sociedad en la que todo es de quita y pon, lo queremos todo para ya, nuevo, perfecto y nos dedicamos a aparentar que todo lo es: las fotos increíbles de las redes sociales, los mensajes perfectamente estructurados que ahora ya ni hacemos nosotros pues los redacta la inteligencia artificial, las caras sin arrugas por los filtros, nuestra imagen impoluta en el trabajo, donde solo cuento esa parte de mí que es políticamente correcta y aceptable. Hoy parece que todo lo hemos sacado de una revista pero ¿acaso es la realidad?, ¿acaso es nuestra verdad?, ¿estamos mostrando lo auténtico y lo real o nos estamos engañando a nosotros mismos?

«Vivimos en una sociedad en la que todo es de quita y pon, lo queremos todo para ya, nuevo, perfecto y nos dedicamos a aparentar que todo lo es».

Pongamos en valor las cosas como son, el mostrar todo tal y como es, sin necesidad de filtros, sin querer agradar al mundo o dar una imagen diferente al que lo percibe. Pongamos en valor el ser y aceptar lo que somos tal cual es, y el considerarnos felices a pesar de tener malos días pues esa es la realidad que todos vivimos a aunque no lo contemos. Al hacerlo, viviremos con más coherencia y encontraremos paz por mostrarnos de verdad.

Nos pasamos la vida corriendo para tenerlo todo perfectamente controlado, colocado, perfectamente recogido o perfectamente planchado, incluso en nuestra cabeza. Nos auto engañamos diciendo «tengo salir perfecta», o «no puedo decir que me encuentro mal» o «¡cómo voy a dejar que mis hijos vayan con el polo sin planchar!». Todo tiene que parecer «correcto» o «aceptable» para el otro pero nos olvidamos por el camino de lo que es real, auténtico e importante: del valor de ensuciar, de compartir, de romper o deformar pues es una señal de que estamos viviendo y disfrutando de las cosas y, por extensión, de la vida. Nos olvidamos de vivir sin ponernos peros o excusas, sin prohibir a los niños jugar, saltar en la cama o ensuciarse y buscamos excusas para no saltar o ensuciarnos nosotros mismos con ellos.  ¿Qué pasaría si un día no pudiéramos valorar esas cosas? ¿Y si esa persona que te saca de quicio porque deja todo por el medio mañana ya no estuviera ahí para descolocarte la vida?

«Todo tiene que parecer «correcto» o «aceptable» para el otro pero nos olvidamos por el camino de lo que es real, auténtico e importante».

Podemos levantarnos a las 6 de la mañana para alisarnos el pelo o para planchar para nuestro hijo vaya perfecto pero no sabemos darnos el permiso de parar y descansar cuando estamos agotados. Podemos dejar la casa impoluta para las visitas, pero no sabemos decir no o contar la verdad cuando las emociones nos están haciendo tener un mal día.

Con esto no se trata de promover el desorden ni de que abandonemos los buenos hábitos, ¡ni mucho menos!, pero sí de que intentemos darnos permisos de vez en cuando para escucharnos, priorizarnos y poner en valor eso que nos parece importante (nuestros valores) dejando de ser esclavos de tanta apariencia para poder escucharnos un poquito más sin la dichosa culpa.

Pongamos en valor los malos días, las cicatrices y las heridas del corazón, pues eso también forma parte de cada uno de nosotros, de nuestra historia y de nuestra verdad. Aprendamos amar esas heridas y a entender que eso que no nos gusta mostrar de nosotros es precisamente lo que nos ha convertido en lo que hoy somos y que, aprender a abrazarlo y mostrarlo con más naturalidad, es precisamente empezar a liberarlo y sanarlo…

«Pongamos en valor los malos días, las cicatrices y las heridas del corazón, pues eso también forma parte de cada uno de nosotros, de nuestra historia y de nuestra verdad».

Mostrarnos vulnerables es un acto radical de valentía y honestidad con nosotros mismos.

¿Y si, solo por hoy, nos diéramos el permiso de ser como somos, de vivir la vida tal y cómo se presenta, sin tanta autoexigencia o pensar en el qué dirán?. ¿Y si solo por hoy nos permitiéramos vivir con la casa descolocada para bailar con nuestros hijos y hacer lo que realmente nos apetece?. ¿Y si hoy nos permitimos que todo no esté perfecto incluidos nosotros con nuestras emociones y nuestros pensamientos y nuestros «tengo qué» o nuestros «qué dirán»?. ¿Y si solo por hoy nos damos permiso a estar tristes o de tener miedo sin querer huir de ello?, ¿qué es lo peor que puede pasar?.

Quizás nos demos cuenta de las autoexigencias tontas a veces que nos imponemos y que nos impiden poner foco en lo que de verdad importa: en las personas que amamos y en vivir y disfrutar del momento presente con lo que hay, independientemente de las circunstancias. Puede, que apreciando lo imperfecto esté, sin darme cuenta, haciendo algo urgente: soltar la opinión de los otros, darme permiso para priorizarme, para permitirme ser tal y como soy, y centrarme en lo que es realmente importante para mí en este momento. Quizás, sin darme cuenta, cuando aprenda a ir por el mundo de este modo, esté empezando a vivir y a disfrutar desde otro lugar, aceptando la vida tal y como es, maravillosa y perfectamente imperfecta.

«Quizás nos demos cuenta de las autoexigencias tontas a veces que nos imponemos y que nos impiden poner foco en lo que de verdad importa: en las personas que amamos y en vivir y disfrutar del momento presente con lo que hay, independientemente de las circunstancias».

Dime, ¿qué imperfección te vas a permitir hoy para ser un poco más feliz ;)?

Patricia Ciruelos Santos

Coach y formadora en Bienestar, Felicidad y Salud

Advisor Fundación Mundial de la Felicidad

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