Un mundo cada vez más rápido y competitivo debe guiarse por la ética permanente

Por Javier García-Bernal, Historiador y Presidente de APROMES

Asistimos a un mundo cada vez más complicado y exigente, donde todo va muy deprisa, en cierto modo debido a las tecnologías, lo que nos hace ser cada vez más dependientes de todo aquello que nos llega a través de las pantallas del ordenador, del móvil, de la Tablet etc., sin darnos cuenta de que dicha dependencia, que podríamos calificar como “dictadura de la imagen artificial”, nos aleja cada vez más de lo ontológico, para centrarnos, en el ego personal.

La persona, desde el origen de los tiempos, busca la mejora de las condiciones de su vida, algo que supuso la revolución industrial desarrollada con fuerza a comienzos del Siglo XX. Ahora bien, los retos personales que afronta nuestra sociedad actual deben girar cada vez más sobre algo que resulta muy necesario: me estoy refiriendo a la ética.

«La “dictadura de la imagen artificial” nos aleja cada vez más de lo ontológico para centrarnos en el ego personal».

Es importante, no obstante, distinguir entre lo que es la ética, la que reside en nuestra conciencia individual; y la moral, que obedece al cumplimiento de las normas sociales por las que debe regirse la convivencia.

Marcada la diferencia entre ética y moral, no debemos entender que estemos ante dos comportamientos diferentes de la persona, sino todo lo contrario, ya que ambas deben ir unidas formado una simbiosis, que consiga la base equilibrada de la conducta humana.

En “Pinocho”, ese muñeco de madera, personaje principal del libro: “Las aventuras de Pinocho«, del escritor italiano Carlo Collodi, encontramos la respuesta a muchas de las preguntas personales de cada día. Cada personaje del libro juega un papel relevante y diferente; sin embargo, para mí, hay uno tan principal como su protagonista, me refiero a “Pepito Grillo”.

Ese diminuto personaje que, de forma imaginaria, vive en la cabeza de “Pinocho”, no es otra cosa que su conciencia, y su misión no es otra más que la de aconsejarle sobre la manera correcta de actuar en cada momento, evitando así las nefastas consecuencias cuando esa voz interna no es escuchada.

«Pepito Grillo”. Ese diminuto personaje que, de forma imaginaria, vive en la cabeza de “Pinocho”, no es otra cosa que su conciencia».

La ética debe ser ese grillo que, a modo imaginario, debemos escuchar permanentemente antes de tomar decisiones importantes que puedan afectar a nuestra vida y, por ende, a las de los demás que convivan con nosotros o que también, dependan de nosotros.

Está claro que nos hemos adentrado en un mundo que cada vez va más rápido y competitivo, que nos aleja a veces de nuestra propia realidad, generando un lógico peligro. La necesaria tendencia al desarrollo sostenible de cualquier actividad, y en este caso me estoy refiriendo a la empresarial, debe estar basada en la ética permanente.

Leyendo hace poco unas reflexiones de Andy Stalman, experto mundial en Branding, no puedo estar mas de acuerdo con él cuando manifiesta que las empresas que nacen con intención de impactar en las personas para ayudarlas a evolucionar, son empresas de éxito. Eso es la aplicación de la ética eficaz, pero para fomentarla y fortalecerla, debemos implicarnos en una realidad basada en el respeto y la solidaridad.

La preocupación por los comportamientos sociales dentro de la ética supuso el “Manifiesto por una ética económica global”, proclamado en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, el 6 de octubre de 2009, basado en la legalidad, lo justo, así como en los valores humanos, que, desde tiempos inmemoriales, han compartido todas las culturas.

Hoy, más que nunca, hay que tener en cuenta de forma permanente ese “Manifiesto”, asentado en: la no-violencia, el respeto supremo de la vida, la justicia, así como la igualdad jurídica entre hombres y mujeres. Solo observando esas reglas, avanzaremos hacia un mundo más justo y humano.

«La necesaria tendencia al desarrollo sostenible de cualquier actividad, y en este caso me estoy refiriendo a la empresarial, debe estar basada en la ética permanente».