Miriam Díaz-Aroca (actriz, periodista y presentadora): «Estamos en tiempos de colaboración. Se acabó la competición en todos los niveles»

La Asociación Española de Mujeres Empresarias de Madrid, ASEME, colabora en esta sección con ‘Muy Segura’ con el objetivo de dar a conocer a nuestra audiencia los diversos y valiosos perfiles de sus empresarias que constituyen, sin duda, un claro ejemplo para tod@s nosotr@s.

Este mes entrevistamos a Miriam Díaz-Aroca, actriz, periodista y presentadora española. Acaba de ganar el Premio ASEME 2020 al Compromiso Social, por su labor con la Fundación Elígete, por un mundo sin violencia, comprensivo, humanizado, inclusivo e igualitario.

¿Cómo fueron los inicios de su andadura profesional?

Desde pequeña sabía que quería vivir dentro de la tele y hacer todo lo que la gente hacía allí. Nací con esa certeza absoluta. Pero era una niña muy tímida, no compartía mis sueños y me costaba mucho comunicarme. Por eso, mi sufrimiento gigante era: ¿de qué voy a hablar yo cuando sea mayor? ¿Cómo voy a hablar con la gente?

Todo ese mundo, lo canalizaba pintando y escribiendo. Mi mundo de la creatividad y de la imaginación era fantástico. Hasta que la pasión me hizo romper todos mis caparazones: mi pasión es bailar e interpretar y había un concurso en televisión que era mi sueño: «Aplauso». Allí, además, si ganabas te regalaban una moto, y yo siempre he sido muy deportista. Vinieron a Santander, donde yo vivía de pequeña con mi familia, a hacer un casting. Y en ese momento no tuve ningún tipo de vergüenza, pues supe que era mi oportunidad. Era lo que quería y lo que me vibraba. Allí me cogieron y fue mi primer paso por el escenario.

Fue una experiencia muy potente y muy fuerte. Al llegar allí, bailé, fui a hacer lo que quería, y comenzó mi primer aperitivo en televisión.

«Mi mundo de la creatividad y de la imaginación era fantástico. Hasta que la pasión me hizo romper todos mis caparazones: mi pasión es bailar e interpretar y había un concurso en televisión que era mi sueño: «Aplauso».

¿Y puede seleccionar cuáles son los hitos que marcaría a lo largo de su trayectoria? ¿Por qué los recuerda como tales?

Empecé a romper el cascarón, a apostar por mis sueños, por mi pasión y por lo que me hacía vibrar, a los 17 años, en la experiencia que he contado. Comenzó el inicio de mi camino, alineado con mi pasión. Me costó mucho transicionar por mis inseguridades.

Mi primer hito fue al año siguiente, cuando ya venía entusiasmada por darme permiso para apostar por mí. En la cola de Primero de Carrera de Periodismo tuve que ir acompañada de mi madre porque me daba vergüenza profunda decirle a un señor que me diera un sobre para la inscripción… era lo único que tenía que hacer. Esperaba la cola delante de muchísimos chicos y chicas con mi madre al lado y me preguntaba: ¿cómo es posible que me tenga que acompañar? Según iba avanzando la cola, llegó un momento de colapso en el que me pregunté: ¿qué es lo peor que te puede pasar en este mundo? Y, en ese diálogo conmigo misma, dije: sería que me mataran, y nadie lo va a hacer. Eso me sacudió y dije: mamá, espérame fuera, que ya voy yo. Cuando lo hice, este paso de hablar y comunicarme fue de lo más importante para mí.

Empecé a quitarme capas de cebolla. De hecho, la primera vez que tuve que ir a Periodismo al CEU, me tuvo que acompañar a clase mi hermana mayor. Pero, a partir de aquel día, me dije: ya no más. Lo mismo me sucedía cuando tenía que ir sola a un aeropuerto… Ahora miro para atrás y digo: no me lo creo. A partir de entonces, empecé a vibrar conmigo, a permitirme, a confiar en mí y a proyectar lo que quería.

Mi segundo hito fue cuando acabé la carrera y me fui a Santander a trabajar de prácticas en radio. Estaba todo el día haciendo ruedas de prensa, sin tener apenas idea de cómo redactar las noticias; ¡siempre redactaba noticias que no tenían nada que ver con lo que salía, pero era mi punto de vista! (risas). Conocí a un cargo político en Madrid, a quien entrevisté y nos hicimos muy amigos. Cuando salté a Madrid, donde estaba mi novio, me di cuenta de que no tenía contactos; llamé a este amigo mío, le dije que quería irme a trabajar allí, pero que no tenía contactos. Con su apoyo, me hicieron una entrevista y empecé a trabajar. Aprovechando que me permití pedir, comencé a trabajar en radio, lo cual fue una escuela impresionante.

El tercer hito llegó cuando me cansé de la radio, donde me daban turnos de noche y de madrugada, pese a que la enseñanza fue gigante. Mirando el periódico vi un anuncio en el que se necesitaban periodistas para un programa de televisión. Y, sin dormir, me fui al casting a las 8 de la mañana, según terminé el turno de siete horas en la radio. Iba en chándal y así llegué a Torrespaña. Entré en una sala llena de mujeres maravillosas y muy bien arregladas; me dije: madre mía, ¿qué hago yo aquí? Me estudié las separatas que me dieron para hacer la prueba y, como no tenía ningún tipo de expectativa y me encanta jugar, eso fue lo que me propusieron hacer. Aquello era un regalazo para mí; pasé las pruebas, llegué hasta el final y nunca pensé que me iban a coger. Fue mi querida abuela María, que entonces era mi secretaria con 90 años, quien me dio el aviso de que me habían llamado de la tele.

Todas las veces que yo me he dado permiso para ser fiel a mí misma, han sido los momentos de gran cambio. Y así te voy contando sucesivamente a nivel profesional. Pero los más importantes han sido los personales, los que realmente han hecho alquimia en mi vida.

«Todas las veces que yo me he dado permiso para ser fiel a mí misma, han sido los momentos de gran cambio».

Veo que los momentos que más destaca son aquellos en los que se ha dado permiso a sí misma…

Así es. Estamos educados en una cultura de complacencia: ser buenas hijas, buenas esposas, buenas madres, buenas profesionales… Hay que ser tan buena por fuera que te quedas sin ti; un día dices: ¿y yo qué? Y en ese vacío inmenso es cuando decides: o te sigues resignando y sigues haciendo el paripé; o te rebelas y dices: ya no más. Ese es el gran cambio, cuando pasas de gusano a mariposa.

«Estamos educados en una cultura de complacencia: ser buenas hijas, buenas esposas, buenas madres, buenas profesionales… Hay que ser tan buena por fuera que te quedas sin ti; un día dices: ¿y yo qué?».

¿Cuándo y por qué surge su vínculo con ASEME? ¿Qué le aporta profesionalmente?

Mi vínculo viene por Eva Serrano. Conecto con ella en un evento muy interesante. Yo estaba con mi proyecto vigente sobre violencia de género y comenzamos a hablar. Compartimos muchas cosas y me encantó su transparencia, su verdad, su fuerza y su carisma. Me gustó muchísimo.

Nos dejamos los contactos y, con el tiempo, Elígete creció y nos convertimos en Fundación. No dudé en que Eva Serrano fuera patrona. Mis socios y yo le enseñamos el proyecto y no tardó nada en decir sí. Ahí empezó nuestro vínculo, tanto con Eva Serrano como con todas las actividades de ASEME, desde un punto de vista más empresarial y profesional.

El conocimiento de la Asociación es inmenso. Potencian un sector de la población que está emergiendo a una velocidad tremenda y necesaria. Ya hemos conseguido ser compañeras y no competidoras; por fin nos hemos quitado el traje de la crítica, el cotilleo y el juicio. No quiere decir que se haya acabado, porque son reminiscencias, pero hemos entrado en otros valores, en el valor tribu, de potenciarnos, de compartir y sumar talentos para crecer. Eso es algo muy importante, y es lo que vi y percibí en esta Gala de ASEME, con mucha fuerza y con mucha claridad.

«Elígete creció y nos convertimos en Fundación. No dudé en que Eva Serrano fuera patrona. Mis socios y yo le enseñamos el proyecto y no tardó nada en decir sí».

Ser compañeras y no competidoras… Una cuestión muy interesante en la que podremos profundizar en otras ocasiones.

Estamos en tiempos de colaboración. Se acabó la competición, en todos los niveles: en el profesional, en el personal, en el sentimental… Creo que grandes de los problemas que hemos tenido como pareja han sido que hemos competido mucho. Todo es una lección y un aprendizaje, si queremos aprender.

«Estamos en tiempos de colaboración. Se acabó la competición, en todos los niveles».

Acaba de obtener el Premio ASEME 2020 en la categoría «Compromiso Social», por su proyecto, «Fundación Elígete». ¿Puede contarnos qué ha significado para usted la obtención de este galardón? ¿En qué situación actual está la Fundación y qué retos tiene planteados para este 2021?

Cuando supimos la noticia del Premio, mis socios y yo estábamos encantados y muy felices por este reconocimiento. Son cuatro años de larga travesía, hemos tenido muchísima suerte, desde la parte del compromiso social del proyecto, hasta como mujer empresaria. Fueron los dos bombazos de regalo que me llevé en el cuerpo.

La Fundación está ahora en proceso de transformación. Como en todo, hay que evolucionar. Empezamos dedicados a la violencia de género. Yo canalicé este proyecto porque el Universo me dijo: tienes que poner todo tu material, como ser humano y como mujer comprometida, para iluminar este tema; y así lo hice.

A medida que iba haciendo escenarios e iba comunicando, me iba dando cuenta de que estas circunstancias de maltrato eran una actitud genérica, no solo de mujeres, sino de seres humanos. Empezamos a abrir la comunicación a «seres humanos maltratados»; por supuesto, mujeres, porque yo soy pro-mujer; pero nos dimos cuenta de que esto tiene que ir mucho más allá y de que es un mensaje universal. Tenemos que favorecer la dignidad de una vida y empezar a concienciarnos sobre la responsabilidad de no permitir los maltratos.

«Empezamos dedicados a la violencia de género. Yo canalicé este proyecto porque el Universo me dijo: tienes que poner todo tu material, como ser humano y como mujer comprometida, para iluminar este tema; y así lo hice».

Nos damos cuenta de que las dos partes de un maltrato tienen su cuota de responsabilidad: el que abusa y la que permite; o la que abusa y el que permite. Nunca me ha gustado navegar en las aguas del victimismo, no puedo con ello, creo que es una mala estrategia que te envenena el alma, nos divide y nos separa.

Creo que tenemos que resetear los patrones educativos y darnos cuenta cuando estamos metidos en un proceso de maltrato psicológico, que es el peor, el que más te destruye y el que más te castra; y cuando nos damos cuenta, empezar a trabajar para salir de él. Yo soy responsable de lo que permito en mi vida; si yo, por complacencia, estoy permitiendo un maltrato psicológico y que me estén ninguneando gotita a gotita (porque esto no es descarado, algo que nadie permitiría), si dejo de permitirlo, eso no va a prosperar. A eso se añade el no tener vergüenza de poder comunicarlo y contarlo, ya que tenemos muchas herramientas. Antes no había tanta información, pero ahora tenemos muchísima visibilidad, teléfonos, protocolos de seguridad… Quedan muchos vacíos por cubrir pero, ¡hay tanto avanzado!

Estamos en esa situación de transformación para resetear los patrones educativos del mundo y de la gente, para que nos demos cuenta, y para que no demos la espalda cuando nos encontramos con personas: mujeres, hombres, niños, discapacitados, abuelos, a quienes les está pasando esto. A todos nos toca; el problema es que hacemos que no lo haga, pero es inevitable, porque formamos parte de una tribu. Al darnos cuenta de esto va a funcionar mucho mejor. Yo soy responsable de todo lo que permito; hay que empezar por ahí. Vamos a darle la vuelta al formato, que es mucho más rápido y más sanador.

«Creo que tenemos que resetear los patrones educativos y darnos cuenta cuando estamos metidos en un proceso de maltrato psicológico, que es el peor, el que más te destruye y el que más te castra; y cuando nos damos cuenta, empezar a trabajar para salir de él».

Es muy interesante la perspectiva que estás contando, Miriam, y, precisamente, se habla poco de ella…

Porque no interesa, es mucho más fácil y más rentable (y me duele tener que decir esto, porque lo he descubierto), crear separación y conflicto. Hay que favorecer el conflicto cada vez más, porque son subvenciones, desembolsos… Pero no voy a tirar del hilo, prefiero enfocarme en construir y en cambiar la visión de lo que tenemos que hacer.

Es como todo en la vida: puedo ser o víctima, o reaccionaria constructiva. Si soy víctima, tengo que asumirlo; es muy importante. Y lo más doloroso viene cuando se trata de la familia. Hay que empezar a poner límites y a decir: basta, tú lo permites, tú lo solucionas; si quieres, te ayudo, pero no te cuelgues de mí.

«Como todo en la vida: puedo ser o víctima, o reaccionaria constructiva».

Mensaje muy potente y muy real, que no dudo impactará sobre otros hombres y mujeres. Una postura de rebelión activa, y no de victimismo…

Así es. Se trata de darnos cuenta: ¿por qué permito? Y, la gran pregunta, ¿para qué? ¿Para qué estoy permitiendo esto? A veces, cuesta mucho ponerse las gafas de ver de lejos, porque cuando tienes herida, no quieres reconocer que tienes parte en ese proceso. Esa persona te está haciendo lo necesario para que tú reacciones. ¿Dónde está tu amor por ti misma o por ti mismo? ¿Dónde está tu cuota de autoestima? Nadie te la va a regalar, porque nadie nos va a dar un porcentaje de autoestima gratis.

Por eso, el para qué también es muy importante. ¿Qué tengo que aprender de esto? Que me estoy sometiendo, que me han enseñado a que tengo que aguantar para ser buena… Tengo miedo, qué voy a hacer yo sola o yo solo, dónde voy a ir… Cuando nos preguntamos el para qué, salimos del victimismo.

La verdad molesta mucho, por eso cuesta trasladar estos mensajes, porque hay sectores de la población a quienes no les interesa. Pero estamos en tiempos de transparencia, es inevitable.

En los inicios, mientras construía este proyecto, pensaba para las demás y construí un texto narrado, a modo de canto a la vida, para que te dieras cuenta de dónde estás y que cogieras a la vida por los cuernos. Y lo hacía para los demás. Pero, a medida que lo iba haciendo y diciendo, pensaba: si esto me lo estoy diciendo a mí misma. Y me di cuenta de que todo lo que estaba diciendo y proyectando, también era parte de mi formación y de mi crecimiento.

«Dale a la vida» es una de las partes musicales con las que cierro los eventos Elígete, y es una sacudida de conciencia. Cogí la palabra «dale» y le puse en el lado positivo:

«Mujer bonita, mujer guerrera, mujer valiosa, dale a la vida.

Dale, que puedes, dale.

No te conformes, no te resignes, no te acobardes.

Y dale. Y vuela. Y libre.

Que no te pisen, que no te anulen, que no te engañen, que no te maten.

Y dale. Y vuela. Y libre.

La costumbre es el amor, no te acostumbres al dolor. No estás sola.

Elige vivir sin temor. Elige vivir con honor. Pero Elígete».

Cuando yo decía todo esto, pensaba: elígete, Miriam. Cuando me puse en el para qué, me di cuenta de que también era para mí, aunque yo apuntaba para fuera. Y ahí empecé a hacer uno de mis más grandes renacimientos.

¿Puede lanzar un mensaje a la mujer profesional, que constituye una parte muy importante de la audiencia de Muy Segura?

Hay una frase que me define bastante: más vale lo bueno por conocer que lo malo conocido. Nos han enseñado lo contrario siempre: a resignarnos, a aguantarnos… ¡No, nunca más, jamás en la vida cedas tu poder a nadie! Soberana de tu reino, reina de tu vida, comparte, pero nunca cedas tu poder. Y no te importe caerte para levantarte, porque siempre hay que reconstruirse y hay que estar sacando brillo al diamante que somos; y el brillo, solamente lo puede dar tu luz. Que nadie te la apague.

«Hay una frase que me define bastante: más vale lo bueno por conocer que lo malo conocido. Nos han enseñado lo contrario siempre: a resignarnos, a aguantarnos… ¡No, nunca más, jamás en la vida cedas tu poder a nadie!».